El Banco Popular de China PHOTO: REUTERS

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BEIJING—El Banco Popular de China se está preparando para inundar el sistema bancario del país con nueva ronda de liquidez destinada a impulsar el crédito, de acuerdo con funcionarios y asesores del banco central, conforme la debilidad de la moneda podría estimular una mayor salida de capitales del país.

La medida consiste en el recorte del encaje bancario —la proporción de los depósitos que los bancos deben mantener en reserva— y sería una señal de que las maniobras cambiarias del banco central en las últimas dos semanas no estarían teniendo el efecto buscado. Beijing vuelve a recurrir así a las medidas de flexibilización financiera que hasta el momento no han logrado estimular la actividad económica.

La nueva medida, que podría llegar este mes o a principios de septiembre, implicaría una reducción de medio punto porcentual en el coeficiente de reservas, lo cual liberaría 678.000 millones de yuanes (US$106.200 millones) para que los bancos presten.

Sería la tercera reducción del encaje este año. Otra opción que estaría considerando el banco central sería limitar los recortes sólo a los bancos que prestan grandes cantidades a las pequeñas empresas privadas —consideradas clave para el futuro crecimiento de China— aunque esa estrategia no ha demostrado ser eficaz en la canalización de crédito a ese segmento.

El 11 de agosto, una devaluación del yuan diseñada por el Banco Popular de China provocó un descenso de casi 2% en el tipo de cambio oficial con respecto al dólar, lo que ha llevado a una caída de 4% en la tasa cambiaria en el mercado, la más pronunciada en dos décadas. El banco central vinculó la depreciación con sus esfuerzos por hacer que el mercado tenga una mayor influencia en la determinación de la tasa de cambio conforme los inversionistas cambiaron sus expectativas del último año y ahora esperan que la divisa se debilite en lugar de fortalecerse.

No obstante, la devaluación se produjo en un momento en el que un tambaleante mercado bursátil ya había socavado severamente la fe de los inversionistas en la capacidad del gobierno para manejar la economía. Y a la par de los crecientes temores de una desaceleración más profunda, el yuan ha seguido en caída mientras el banco central recurre a una estrategia que había dicho que utilizaría en menor medida: la intervención directa para controlar el valor de la moneda.

La última intervención ha supuesto la venta de dólares y la compra de yuanes para frenar la caída de la divisa. Analistas de Orient Securities Co., una firma de corretaje de Shanghai, estiman que el banco central ha gastado en la intervención más de US$40.000 millones de sus cerca de US$3,6 billones en reservas de divisas extranjeras. Conforme la acción oficial drenó efectivamente los yuanes del mercado, el banco central inyectó la semana pasada en el sistema financiera 260.000 millones de yuanes en fondos de corto y mediano plazo para compensar la escasez de liquidez.

Sin embargo, eso podría no ser suficiente si la desaceleración de la economía y el debilitamiento de la moneda disparan una mayor salida de capitales. Las posiciones en yuanes acumuladas en los bancos chinos por compras de divisas extranjeras se redujeron en un récord de 249.100 millones de yuanes en julio, una señal de que más dinero está dejando China.

“Una nueva ronda de reducciones de los requisitos de reservas es inevitable”, dice Zhang Ming, economista sénior de la Academia China de Ciencias Sociales, un centro de estudios del gobierno. Zhang proyecta hasta cuatro recortes el resto del año.

Aun así, en el banco central persisten las dudas acerca de la eficacia de esas medidas, según funcionarios y asesores. Los últimos datos del banco central muestran que los esfuerzos que el gobierno hizo desde principios de julio para apuntalar los precios de las acciones se han traducido en un aumento de los créditos a las instituciones financieras, pero los préstamos a la economía real se han desplomado. Además, un considerable aumento de la oferta monetaria ampliada de China, de US$21 billones —casi el doble de la de Estados Unidos—, podría impulsar la inflación y alimentar burbujas de activos.

“El banco central hubiese preferido no inundar el mercado de nuevo con liquidez de haber tenido opciones”, dijo uno de los funcionarios cercanos al banco central.

El dilema sugiere que la política monetaria de China sigue en gran medida a merced de su rígido sistema cambiario. El deseo de Beijing de controlar el valor del yuan, como lo demuestra la reciente intervención cambiaria, significa que a diferencia de la Reserva Federal de EE.UU. y otros bancos centrales, el Banco Popular de China aún carece de la capacidad para llevar a cabo una política monetaria independiente. La compra o venta de yuanes para influir en el tipo de cambio afectaría la liquidez interna, lo que a su vez obligaría al banco central a ajustar su política monetaria.

“Lo llamamos el dilema de Zhou Xiaochuan”, dice Wang Jian, analista de Orient Securities, en referencia al veterano gobernador del Banco Popular de China.

Durante la mayor parte de la última década, el banco central vendió yuanes y compró dólares para moderar la velocidad de apreciación del yuan, lo que resultó en la conformación de una enorme reserva de divisas y un aumento de los requisitos de encaje para la banca. Desde el año pasado, conforme las expectativas del mercado sobre la dirección del yuan cambiaron de la apreciación a la depreciación, China ha experimentado preocupantes salidas de capital y el banco central ha tenido que reducir los requisitos de encaje para evitar una mayor salida de capitales y para impulsar la liquidez del mercado.

El Banco Popular de China ha debatido la posibilidad de devaluar el yuan durante largo tiempo, de acuerdo con funcionarios y asesores. La entidad se había resistido a la medida en gran parte debido a su deseo de convertir el yuan en una moneda global, dado que una divisa china más débil podría perjudicar su atractivo para las empresas y los inversionistas internacionales. Sin embargo, en las últimas semanas, en medio de continuas señales de debilitamiento de la economía china, el banco central se vio obligado a ceder a la presión de una depreciación desde dentro del gobierno chino.

En los meses previos a su sorpresiva medida del 11 de agosto, el banco central mantuvo el yuan prácticamente sin cambios frente al dólar, efectivamente empujándolo a una apreciación frente a las monedas de otros mercados emergentes y perjudicando a los exportadores de China. De hecho, hasta la depreciación, el yuan se había fortalecido 55,7% respecto de las monedas de sus socios comerciales, en términos reales, desde que se permitió la flotación parcial de la moneda china a mediados de 2005. El yuan se apreció cerca de 33% frente al dólar en el mismo período.

En una conferencia de prensa del 13 de agosto, al explicar la decisión de devaluar, Zhang Xiaohui, un vicegobernador del Banco Popular de China, dijo que para mantener el valor del yuan, también conocido como renminbi, más en línea con el de sus pares, había “una cierta necesidad de devaluar el renminbi frente al dólar”. Funcionarios del banco central también dieron a entender en los últimos días que la entidad ya ha cumplido en gran medida su cometido de guiar el yuan a la baja y que ahora se centraría en mantenerlo en torno a 6,4 yuanes por dólar.

Dentro del gobierno chino, algunos vieron la estrategia del banco central de combinar la depreciación del yuan con las reformas de mercado como una decisión inteligente que podría contener las críticas de los detractores de China. Otros, sin embargo, piensan que la oportunidad de la intervención del banco central es cuestionable y que una mejor comunicación por parte de la entidad podría haber evitado parte de la consiguiente volatilidad y lo que algunos llaman una reacción exagerada del mercado frente al movimiento devaluatorio del yuan.

Funcionarios de prensa del banco central no respondieron a las solicitudes de comentarios.