La Central Nuclear de Fukushima ha cerrado sus actividades por un periodo de tres a seis meses, para que le instalen nuevos dispositivos de seguridad.

ProActivo conversó con el doctor Modesto Montoya, físico nuclear del Centro de Planificación (Ceplan) respecto a las consecuencias de Fukushima en Japón y en el Mundo.

Montoya opina que la catástrofe en Fukushima no debe ser considerada al nivel de Chernóbil. Pues si bien las escalas son 7 en ambas, en la central japonesa se ha liberado muchísimo menos unidades radioactivas que en el desastre ocurrido en la ex República Socialista Soviética de Ucrania.

“En Chernóbil no hubo la información, ni la acción rápida que debía haberse tomado, lo que originó que mucha gente en torno al reactor reciba dosis elevadas y se registraran cánceres en tiroides en los niños,” argumenta.

En cambio, Montoya afirma que en Fukushima ha sido diferente. “No hubo una explosión del núcleo sino sólo en la parte externa, lo cual es una diferencia fundamental”, explica.

En consecuencia, según añade, la salida del humo fue lenta y en cantidades muy pequeñas, y rápidamente se monitoreaba si es que había o no contaminación, adoptándose medidas oportunas de evacuación, de tal manera que la población cercana no ha recibido una dosis peligrosa de radiación.

“Nadie (de la población) ha recibido dosis riesgosas. Solamente han perdido sus casas, las que están sometidas a estudio para ver si podrán ser habitables”, acotó.

El experto puntualizó que la tragedia de Fukushima ha servido para que los países revisen sus centrales nucleares y le den más seguridad.

Finalmente, Montoya advierte que no hay que satanizar, ni temer a la energía nuclear, pues si en nuestro país se hubiera utilizado esta fuente, que es la más limpia, y no los combustibles como petróleo, carbón y gas, no estaríamos lamentando la pérdida de los glaciares de nuestros nevados andinos.