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Marienella Ortiz

En estos últimos tres años y medio, las relaciones entre el mandatario Ollanta Humala y los empresarios han evolucionado de menos a más. Para los más críticos, la gran transformación la vivió en ese período el propio mandatario, al virar hacia la derecha y entrar en comunión con los principios neoliberales del sector privado, al punto de elaborar codo a codo la ley del régimen laboral juvenil. Es seguro que ese debe ser el peor de los agravios para quien hasta hace poco denunciaba la captura del Estado por los poderes fácticos empresariales.
Exageraciones o no, poco es lo que se ha analizado sobre la convivencia forzosa entre nuestros empresarios liberales y el ex candidato radical. ¿Humala se ha convencido, realmente, de que el sector privado es el real y único generador de la riqueza? ¿Qué tanto el nuevo escenario lo llevó a pactos detrás del telón? ¿El grado de influencia empresarial sigue siendo el mismo, como se cree hubo en anteriores gobiernos, tanto que se coordinó la denominada ‘ley pulpín’?

Sobre este último punto, el presidente de la Confiep, Alfonso García Miró, deja en claro que no existen mayores acercamientos con el jefe de Estado más allá de reuniones protocolares y sucesos importantes en que son convocados, como ocurrió con el fallo de La Haya. “Claramente el presidente no es una persona que tenga una predilección por los empresarios, pero eso no quiere decir que su gobierno, con una serie de funcionarios de nivel, deje de hacer una labor profesional”, apunta.

Esa expresión de confianza hacia Humala por parte del principal gremio empresarial se ha modificado en estos últimos años. Nadie olvida que la tensión Ollanta-empresarios llegó a sus niveles más altos cuando se anunció en el 2013 la posible compra de los activos de Repsol. La pesadilla era un Humala regresando a sus orígenes. La Confiep se le plantó en seco y, para los ojos de la opinión pública, lo hizo retroceder en su aventura.

Tampoco es que Humala se quedara callado cuando se sentía agredido. Ese mismo año lanzó duras críticas a los pesqueros acusándolos de haber depredado la anchoveta. Humberto Speziani, ex presidente de Confiep, reflexiona que a algunos empresarios pesqueros del sur se les pasó la mano con sus críticas, pero que todo eso es cosa del pasado.

Efectivamente, luego de esos episodios, el empresariado se esforzó en que las cosas fueran menos tensas. Hoy el discurso es moderado y con concesiones al estilo humalista. “Teníamos equivocadamente la percepción de que un énfasis en políticas sociales podría poner en riesgo la marcha económica rigurosa y disciplina del país. Lo social y económico son confluyentes y se lo reconocemos”, dice para este informe García Miró.

En tanto, Carlos Meléndez, analista político, indica que esa calma con el sector privado es porque el gobierno mantiene algunas garantías de que no se desarrollará el modelo económico radical. Uno es la presencia de tecnócratas en el Gabinete, como son hoy Alonso Segura, Piero Ghezzi, José Gallardo Ku y el mismo Jaime Saavedra. El otro es la independencia del ente emisor a cargo de Julio Velarde. “Estos hechos, efectivamente, brindan algunas garantías, pero no generan total confianza”, dice.

Sobre la visión que tiene Humala de los empresarios, Meléndez considera que más por necesidad que por convicción está gobernando bajo el sentido común del actual modelo económico, el mismo que abraza el sector privado.

CONGA VA
El giro que comienza a dar Humala es con Conga, afirma su ex ministro de Energía y Minas Carlos Herrara Descalzi. Recién allí, dice, es que el presidente se da cuenta de que la inversión privada, y en especial la de la minería, era el sueldo del país.

En base a ese cambio de percepción, ¿cómo fluyen las relaciones con los empresarios? Herrera dice que el jefe de Estado se volvió más permeable a los intereses privados, pero optó por un acercamiento indirecto en el que otros actores, como ministros o su entorno más cercano, interactúan con los hombres de negocios del país.

Esa idea parece ser confirmada por Humberto Speziani, quien estuvo a cargo de la Confiep en los primeros años del actual gobierno. Indica que nunca tuvo una reunión privada con el presidente, lo que sí hubo fue un diálogo fluido con ministros y viceministros, quienes, en incontables ocasiones, fueron a exponer algunos temas a la Confiep.

En esa lógica, Francisco Durand, profesor de Ciencias Políticas de la PUCP, dice que ese modelo –empresarios y cercanía a los funcionarios tecnócratas, especialmente del Ministerio de Economía y Finanzas– no es nuevo en el país y que está instaurado desde la época de Fujimori en los noventa. Sin embargo, opina que Humala ha sido más efusivo en delegar al MEF las funciones de tratativas con los inversionistas y empresarios, debido a su poco entendimiento de la economía. Más cómodo se siente en el ámbito político, dice.

Sin embargo, Meléndez traza otra hipótesis en la actual relación Humala-empresarios. Para bien o para mal, el analista dice que las ideas pro mercado de los empresarios ya son parte de nuestro actual ‘establishment’, así que no existe la necesidad de que el sector privado intente imponer su voluntad susurrando a cada momento sus ideas al presidente y, además, descarta que los ministros sean agentes de las empresas.

“Hace tiempo que los empresarios ganaron la batalla de las ideas. Es tan fuerte la reproducción del sistema pro mercado que no necesita poderes fácticos”, apunta. Dice que Humala no pudo ir contra ese sistema que tiene varias ruedas en el engranaje: sector privado local, así como la banca y la cooperación internacional.

En efecto, una reunión del presidente Humala con los gremios empresariales no ocurrió para crear la denominada ‘ley pulpín’, porque no era necesario.

¿Debe haber un mayor acercamiento entre Humala y privados? ¿Acaso un diálogo más fluido? Los mismos empresarios tienen puntos de vista distintos. García Miró piensa que una foto o un video con el mandatario puede dar pie a miles de conjeturas malintencionadas y que, por el contrario, podría entorpecer las gestiones del gobierno.

En cambio, Luis Salazar, presidente de la Sociedad Nacional de Industrias, opina que un trabajo conjunto habría ahorrado algunos errores al gobierno. Recuerda, por ejemplo, al MEF teniendo que modificar su reciente reducción de aranceles porque estaba afectando el mecanismo del ‘drawback’.

Para Herrera Descalzi es necesario un mix, es decir, no estar ni tan lejos ni tan cerca. “El conocimiento indirecto que pueda tener el presidente de la economía y de los empresarios no es suficiente, porque cada uno ve las cosas a través de su cristal”, concluye.

Meléndez también encuentra limitaciones en que el hoy equipo ministerial de tecnócratas lidere las reformas económicas, pues le faltaría una figura como Javier Silva Ruete, que conocía el escenario político y el económico. “El único contrapeso político en ese Gabinete es Urresti. Mientras que Ghezzi y Saavedra han regresado luego de muchos años de Londres”, resalta.

¿Los empresarios extrañan las puertas abiertas y los diálogos coloquiales como con Alan García? Hoy no tanto, como quizá creyeron necesario aquel 28 de julio del 2011, cuando el candidato ‘outsider’ juró como presidente. Pese a que algunos hablan de una actual armonía en las relaciones gobierno y privados, lo evidente es que aún persisten las miradas soslayadas de recelo, que son –digámoslo– mutuas. Obvio, Humala nunca fue ni será el presidente de los empresarios, pero eso a estas alturas importa poco.

El Comercio