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La embajadora del clima francesa, Laurence Tubiana, a su llegada a una reunión en la cumbre del clima COP21 el 5 de diciembre de 2015 en Le Bourget, Francia (Foto: AFP)

Los negociadores de un acuerdo de lucha contra el cambio climático, en la COP 21, forcejearon hasta el último minuto este sábado para cerrar finalmente un borrador que deja en el aire los grandes temas de discusión, desde la financiación hasta los esfuerzos de cada país en función de su responsabilidad.

El texto contiene, incluyendo sugestiones de último minuto, 47 páginas, escasamente seis menos que el lunes pasado, cuando 150 líderes inauguraron una conferencia del clima (COP 21) que quiere ser histórica.

El objetivo del acuerdo es contener el aumento de la temperatura mundial a un máximo de 2º C, pero detrás de ese simple guarismo hay un gigantesco entramado de intereses económicos y de compromisos jurídicos, puesto que cada palabra podrá ser interpretada durante décadas como un derecho adquirido, o una obligación.

El texto que reciben este sábado los ministros de las 195 naciones debe decidir si los países desarrollados son los únicos responsables de la actual situación de urgencia climática, o si eso cambió con la aparición de nuevas potencias como China o Brasil, dos de los diez mayores emisores de gases con efecto invernadero.

Eso implica decidir quién paga y cómo. Si se aprueba, el acuerdo de París entrará en vigor a partir de 2020, y los países menos desarrollados tendrán acceso a un fondo anual de 100.000 millones de dólares.

Dentro del texto, la clave está en los corchetes, unos 750 en la actualidad según cálculos de ONGs, la mitad respecto al lunes pasado.

Por ejemplo, “[países capaces de]” o “[dispuestos a]” contribuir al fondo, es decir, no solamente los más ricos.
Para el principal grupo negociador en la COP21, el que agrupa a 134 países en vías de desarrollo (conocido como G77), esas dos expresiones, introducidas por los países desarrollados, deben desaparecer del texto.

En la historia de la lucha contra el cambio climático, que empezó con la Convención de Río de 1992, quedó muy claro quiénes eran responsables del fenómeno: “[los países desarrollados]” explica el corchete defendido por los países en desarrollo.

“Las consecuencias son serias; tenemos que continuar creciendo, pero si queremos hacerlo tenemos que recortar nuestra industrialización”, algo que no hicieron durante más 150 años los países ricos, criticó la delegación de Malasia.

Para la Unión Europea o Estados Unidos, el mundo cambió desde 1992, y países como China pueden contribuir. Y de hecho, ya han empezado a hacerlo, por su cuenta.

“Históricamente, los países desarrollados han sido los países donantes(…) Eso continuará por supuesto pero al mismo tiempo ya hay países en vías de desarrollo que han empezado a convertirse en contribuyentes”, explicó el negociador jefe estadounidense, Todd Stern.

En el borrador, la expresión clave en este apartado es “[obligaciones comunes pero diferenciadas]” en alusión a las diferentes capacidades de cada país, que provoca también enconados debates.

‘MENOS O MUCHO MENOS’
Entre los países menos desarrollados, los más inquietos por el cambio climático son las pequeñas islas del Pacífico o del Caribe amenazadas por el aumento ineluctable del nivel de los océanos.

Esos países quieren que el texto de París contenga claramente la mención “menos de 1,5 ºC” como objetivo de aumento de la temperatura planetaria.

En el borrador los corchetes dejan la discusión en el aire: “mantener el aumento de la temperatura media mundial [por debajo de 1,5 °C] [o] [muy por debajo de 2 °C]”.
“El tema acabó bloqueado básicamente por el grupo árabe liderado por Arabia Saudita”, gran productor petrolífero y por ello muy poco motivado, criticó la red de organizaciones no gubernamentales CAN.

CUANDO SEA POSIBLE
En el texto quedan otros difíciles escollos, como la propuesta de que el mundo abandone la energía de origen fósil. Los corchetes se multiplican: “[lograr cero emisiones de aquí a 2060-2080] o [una transformación (…)] [hacia una [neutralidad climática][descabornización] [a lo largo de este siglo] [tan pronto como sea posible a partir de la mitad de este siglo]”.

Otro apartado son las “pérdidas y daños” por el cambio climático.

“Apoyamos el reconocimiento de ‘pérdidas y daños’, (…) pero algo que no aceptamos en este acuerdo es la idea de que debería haber una compensación”, advirtió el negociador estadounidense.

“Sin ‘pérdidas y daños’ no habrá acuerdo”, amenazó durante las negociaciones el ministro de Medio Ambiente gambiano, Pa Ousman.

La personalidad jurídica de todo el texto es también objeto de arduas discusiones. Estados Unidos no llegó a ratificar nunca el Protocolo de Kioto, así que todo apunta a que este “[Acuerdo]” se quede como tal, sin corchetes.

“Creo que vamos a tener un acuerdo”, explicó a la AFP el economista estadounidense Jeffrey Sachs. Pero “muchos, muchos puntos prácticos no quedarán aún resueltos la semana que viene”, añadió.

(Fuente: AFP)