Foto: Gestión

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-Los dispositivos móviles son perfectos para gestionar trabajo y ocio, pero también generan una dependencia que te impide ver lo que está pasando en el mundo real.

¿Alguna vez has tenido miedo a perderte algo de lo que sucede en las redes sociales relacionado con las personas a las que sigues? ¿Has vuelto a casa porque una vez -nunca lo haces- olvidaste tu móvil en el baño mientras te lavabas los dientes antes de ir a trabajar? Responder sí a ambas preguntas no es una rareza.

El smartphone ha pasado de ser una herramienta de comunicación a provocar una dependencia y cierta adicción. Algunos usuarios nunca dejan su smartphone, ni para ir al lavabo, “lo llevan en la ropa de estar por casa cuando hacen la limpieza o lo tienen en la cocina”, ilustra Manuel Armayones, subdirector académico de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, y autor de El efecto Smartphone. Conectarse con sentido.

Situaciones de ese tipo son las que provocan la nomofobia, la fobia a no tener el teléfono a mano, que se acabe la batería o que no haya cobertura. Esta es una de las cinco psicopaTIClogías que identifica este docente que está convencido de que “existe una ansiedad asociada a las nuevas tecnologías a la que hay que poner freno. Porque esta dependencia hace que cada vez estemos más aislados de lo que está pasando a nuestro alrededor en la vida real”.

Los carteles en los bares que animan a sus clientes a disfrutar del diálogo -“No tenemos WiFi, mejor hablen entre ustedes”-son sólo un síntoma del aislamiento que se produce en más de una reunión de amigos, que transcurre en silencio mientras cada uno mueve sus dedos de manera incesante encima de la pantalla táctil de su smartphone.

Según Armayones, la velocidad de la tecnología no entiende de usos sociales. “En una mesa no sabemos a qué lado del plato poner el móvil y, lo que es peor, el que llama o envía un mensaje tiene prioridad”. Otra de las consecuencias del uso masivo de estos dispositivos es que la vida laboral y personal se confunde de tal manera que en uno y en otro entorno lo importante y lo urgente se mezclan. Accedemos a los grupos de WhatsApp de amigos y de colegas de trabajo en cualquier momento; y de la misma manera, accedemos al email de la oficina para no perder de vista nada de los que sucede fuera de horario laboral.

No sin mi ‘smartphone’.
Algunas investigaciones demuestran que el FoMo -Fear of missing out-, miedo a perderse algo, y la conducta adictiva al teléfono son importantes predictores de síntomas psicopatológicos, especialmente de ansiedad. Según un estudio de Intel, un 40% de las personas está las 24 horas del día conectado, y 8 de cada 10 duermen con el teléfono móvil al lado. Y aún hay más datos que corroboran nuestro enganche a la tecnología. El informe de Ditrendia, Mobile en España y en el mundo, revela que nadie utiliza el móvil más que nosotros, somos líderes en el mercado de teléfonos inteligentes en Europa; un 87% de las líneas operativas son smartphones y siete de cada diez españoles se conectan a través de este dispositivo todos los días, más de la mitad durante más de treinta minutos.

Aprender a gestionar el tiempo parece la receta infalible para hacer frente a esta invasión tecnológica. Armayones asegura que hay que saber parar, porque “cuánto más posibilidad tenemos de conectarnos, aumentará el número de personas que se enganchan al trabajo. La relación con las nuevas tecnologías es el origen de la ansiedad y la opresión. La creatividad no surge cuando atendemos continuamente la información que recibimos por distintos canales”. Otra solución que propone es hablar, “hay asuntos que no se pueden comunicar por email”.

Conciliar puede ser obligatorio.
Los dispositivos electrónicos permiten trabajar a cualquier hora sin importar el lugar. No hace falta pasarse por la oficina… Sin embargo, si no eres capaz de gestionarlo de forma adecuada, la flexibilidad laboral corre el peligro de convertirse en el peor enemigo para conciliar trabajo y ocio. Algunas empresas han impuesto un horario de trabajo a su personal para evitar esa conexión permanente, pero son muchos los que cuestionan una medida que va contra la libertad del profesional para disponer de su tiempo como mejor le convenga. La responsabilidad del profesional, medir los resultados y la confianza entre jefe y empleado son la clave para que la conciliación sea posible sin pensar en horarios.

Fuente: Gestión