Víctor Gobitz, presidente del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú (IIMP)

ProActivo

En entrevista con ProActivo, el presidente del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú (IIMP) Víctor Gobitz, destacó los alcances del estudio “Los beneficios macro y microeconómicos de la minería”, que su gremio ha elaborado en conjunto con el Centro de Investigación de la Universidad de San Martín de Porres, y una de cuyas conclusiones precisa que la actividad minera hacía el 2021 puede contribuir a reducir la pobreza hasta en 14%.

Cuáles son los aspectos más destacados de ese estudio?

El Centro de Investigación de la Universidad de San Martin de Porres ha usado la tabla de insumo producto, que permite ver la concatenación de la industria minera con la economía del país y la cual podría reducir la pobreza de 22% a 14%, si desarrollamos el portafolio de proyectos mineros de 96 mil millones de dólares previstos hasta el 2021.

Asimismo si se desarrollaran los proyectos, se podría llegar a los 255 mil empleos directos para beneficio de 1.6 millones de personas y, si sumamos sus familiares dependientes, el impacto final sería de 7.7 millones de peruanos beneficiarios.

Perú tiene una importante producción minera, pero el clúster minero no ha tenido mayor desarrollo. ¿Cómo el estudio realizado avizora este aspecto?

En Perú ya hay una suerte de 3 clúster muy marcados: El Sur, cuyo gran eje es el puerto Matarani que involucra a Arequipa, Apurímac y Cusco; el Centro, bajo el eje del puerto del Callao y que integra a través de la carretera central y ferrocarril central toda la minería polimetálica del país, y donde hoy está Toromocho; y el Norte, donde se visualiza un clúster que se fundamenta en el potencial cuprífero de Cajamarca y de la parte norte de La Libertad; pero que a diferencia de los del centro y del sur requiere mucha más infraestructura, integrar los proyectos para compartir recursos; llámese energía, agua, cancha de relaves y hasta una sola planta de procesamiento, para que esos proyectos se pongan en valor en menor tiempo y con mayor aporte económico para el país.

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Los desafíos son altos en el norte, con proyectos mineros de mayor producción, de cobre y oro que podría ser el diferencial para el crecimiento del PBI nacional. ¿Cuáles son esos proyectos?

En números, siempre nos comparamos con Chile, hoy el primer productor de cobre con un poco más de 5 millones de toneladas al año; y Perú con casi 2,7 millones de toneladas y número 2. Pero con la puesta a plena capacidad de Las Bambas, Antapaccay y la ampliación de Cuajone, Toquepala, se espera que Perú llegue pronto a los 3 millones de toneladas. Y en Cajamarca, el conjunto de recursos de La Granja, Conga, Galeno y Michiquillay podrían producir un millón de toneladas de cobre adicionales al año. O sea, si Perú implementa el clúster del norte, podría acercarse a los 4 millones de toneladas de cobre al año, casi a la par de Chile.

La actual cartera de proyectos puede potenciar carreteras, vías marítimas, aeropuertos o mejorarlos. ¿Cuál es la meta en este terreno?

El tema es económico; el precio del cobre hoy está a casi 6 mil dólares, si ese precio mejora, y logramos niveles de 6,500 dólares por tonelada fina de cobre de manera constante, se produciría un efecto muy positivo de incentivo para la inversión, un efecto exógeno, y depende mucho de la mayor demanda de China.

Y en paralelo, si las diferentes empresas mineras con proyectos de cobre miran de manera articulada la necesidad del clúster y el Estado nos acompaña, podríamos hacer mucho más rentable esos proyectos.

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Si se logra integrar más de uno, se reduce la inversión al compartir servicios, y con los precios cercanos a los 6,500 dólares por tonelada fina de cobre habrá más atractivos para desarrollarlos. Se requiere ver el potencial de cobre como un pilar de desarrollo económico de Perú, por volúmenes y dimensiones de constante producción por décadas, y eso es bueno para la economía y planificación del país.

¿Cuánto del porcentaje minero del Perú tiene como sustento el cobre?

Producimos cerca de 2,7 millones de toneladas finas de cobre al año, por largo nuestra principal capacidad de producción minera. Es una base que tiene muchas décadas con Southern, Antamina, y en estos últimos años con Toromocho, la ampliación de Cerro Verde, la puesta en valor de Constancia, Antapaccay y Las Bambas; es la segunda ola con activos de décadas con gran impacto positivo en nuestra economía.

¿Podría citar los proyectos del norte?

En un radio de 15 kilómetros están Michiquillay, Conga y Galeno, en Cajamarca; por lo que se podría buscar sinergias y desarrollarse juntos. Desde compartir energía, agua industrial, cancha de relaves, y eventualmente un solo complejo metalúrgico. Más al noroeste, está La Granja, un yacimiento de mayor dimensión, lo cual tiene que tener una mirada del gobierno central y gobierno regional. Y más al norte está Río Blanco.
En general, el norte del país tiene un tremendo potencial, como Tambo Grande en Piura.

¿Cómo debe encararse la minería artesanal considerando su importante producción?

El IIMP tiene una línea de trabajo para estudiar a fondo la minería artesanal, informal e ilegal que tenemos en oro. Hay una minería de vetas angostas, poco atractiva para la minera formal y de intensa mano de obra, que se podría formalizar de manera más fácil si es que promovemos como Estado, plantas de beneficio para que el procesamiento de ese mineral tenga estándares ambientales y esa producción de oro esté sujeta a registro y a pago de impuestos.

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Una segunda ola de la minería artesanal sería formalizarla vía cooperativas, que es un modelo que funciona progresivamente para que todos tengan un empleo de prestaciones de servicios con previsión social de retiro, es una fórmula más sencilla.

Hay otra minería que más califica como ilegal e informal, es la aluvial, sobretodo en Madre de Dios. Aquí, el tema es mucho más complejo, es un sitio muy remoto y la presencia del Estado es menor. Las soluciones aplicadas hasta ahora son parcialmente positivas: quemar y dinamitar dragas no es una solución definitiva, porque el Estado se retira y el campamento vuelve.

Ahí la solución es distinta, en vez de la proscripción y del bombardeo, hay que ver si técnicamente es posible hacer minería sin afectar al medio ambiente, generando un incentivo positivo para su formalización, pagando impuestos y los trabajadores con prestaciones de salud.

¿La cantidad de proveedores mineros aún es incipiente en el país?

No diría que es incipiente, pues casi toda la producción de explosivos, insumo clave para la industria minera, es de fabricación local, tenemos dos o tres fábricas; y en el gran y costoso componente de energía, tenemos energía eléctrica y a gas, y nuestra metalmecánica ha crecido en los últimos 20 años; hoy en las plantas concentradoras de 4,000– 5,000 toneladas, casi todos los componentes son locales.

El gran reto es integrar la industria con la Academia, porque hay un nivel de investigación y de conocimiento técnico que importamos, no estamos produciendo conocimiento. En los últimos 20 años adquirimos tecnología para adaptarla a nuestros casos reales, pero no hemos generado conocimiento propio. Si bien tenemos universidades de buena calidad, pocas desarrollan conocimiento científico de base para nuevas tecnologías. •