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Si usted invertía un sol en Graña y Montero cuando su acción comenzó a cotizar en la Bolsa de Valores de Lima el 22 de agosto de 1997, casi 20 años después, tendría S/3,72. En cambio, si hubiese puesto ese mismo sol en el índice general, hoy tendría 8 soles.

Las acciones de Graña y Montero han sido una inversión no apta para cardíacos. La empresa, que el viernes perdió más de 30% de su valor bursátil tras las declaraciones del ex ejecutivo de Odebrecht, Jorge Barata, comprometiéndola en casos de soborno, ya ha tenido grandes crisis en el pasado, pero también saltos espectaculares.

La primera gran caída de Graña y Montero (y, en términos acumulados, la peor de todas), se dio entre mediados de 1998 y mediados del 2002. La empresa sufrió con particular fuerza los embates que el resto de la economía también recibió por la crisis asiática de 1998 y, luego, la crisis política del 2000. Los ingresos de Graña y Montero en el período 1999-2002 disminuyeron en 42% y su acción perdió el 95% de su valor en la BVL.

“La crisis que comenzó en 1999 fue muy dura. Ahí envejecí mucho”, recordaba Mario Alvardo, gerente general corporativo de Graña y Montero, en una entrevista con El Comercio en enero del 2016. “El episodio terminó el 2003, cuando emitimos unos bonos titulizados y comenzamos a crecer muchísimo. Tengo un montón de cicatrices, pero esa es profunda”, añadió.

Justamente, a partir del 2003 comenzó un ciclo importante de crecimiento del valor de las acciones de la empresa. La acción de Graña y Montero incluso soportó la caída de la BVL entre julio del 2007 y julio del 2008. Su estrategia de diversificación, iniciada en los noventa y puesta a prueba tempranamente a finales de dicha década, ahora sí parecía dar buenos resultados. La empresa, además de su tradicional actividad de ingeniería y construcción, crecía en sus actividades digitales, petroleras, inmobiliarias y en concesiones, aunque en uno de sus proyectos emblemáticos, las IIRSA, lo hiciera acompañada de un socio polémico: Odebrecht.

El fin de la burbuja inmobiliaria de EE.UU. y la quiebra de Lehman Brothers empujaron a la baja la acción, al igual que a la BVL en su totalidad. Pero desde el 2009  los títulos de Graña y Montero comenzaron una recuperación importante, que cobró un nuevo impulso desde la segunda mitad del 2011, cuando se aclararon los temores de que el gobierno de Ollanta Humala iniciara “La Gran Transformación” y, más bien, quedó en evidencia que se daría un impulso a la infraestructura que la firma podría aprovechar.

Sin embargo, en enero del 2014 comenzó una caída brutal del valor de la empresa, que por entonces también tenía listados ADR en la bolsa de valores de Nueva York. Para enero del 2016, la acción había perdido alrededor del 85% de su valor. Malas decisiones en algunos contratos, la brusca desaceleración de la economía peruana y la percepción de que el gobierno de Humala no quería contratar con la empresa se sumaron para explicar este descenso.

En enero del 2016, Alvarado confiaba en que la internacionalización y el mayor peso de la infraestructura en sus ingresos eran las apuestas correctas para Graña y Montero para el largo plazo. El mercado parecía darle la razón. Además, analistas e inversionistas recibieron con euforia el ingreso de Graña y Montero al Gasoducto Sur Peruano como socio de Odebrecht y Enagás en septiembre del 2015, a pesar de que ya Odebrecht se encontraba en plena crisis por el caso Lava Jato. La acción de Graña y Montero subió más de 9% ese día. El buen momento se consolidó con la elección de Pedro Pablo Kuczynski como presidente.

La felicidad bursátil terminó en noviembre del año pasado. La esperada salida de Odebrecht del gasoducto se comenzó a complicar y el mercado comenzó a considerar que el ingreso a dicho proyecto había sido un costoso error. Con Odebrecht dentro no había posibilidad de lograr un cierre financiero y, sin cierre financiero en el plazo establecido, el Gobierno Peruano terminó el contrato en enero de este año.

Pero el último golpe, el de las declaraciones de Barata, es un nuevo tipo de crisis para Graña y Montero: ya no una financiera u operativa, sino una que golpea de lleno su reputación. Queda por verse si también podrá recuperarse de esta o la caída que dibuja el gráfico de su acción continuará hasta nuevo aviso.

Fuente: El Comercio