Foto: mineriadelperu.com

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Por: Guillermo Vidalón del Pino

Existen muchas maneras para empobrecerse.  La primera, dejar de crecer o hacer todo lo posible para obstaculizar el crecimiento; de esta manera, se reducen los niveles potenciales de productividad y quedamos más expuestos a decisiones del mercado internacional.  La otra es la de gastar más de lo que se recibe, olvidarnos del ahorro y, por tanto, de la posibilidad de invertir para proyectar el crecimiento futuro.

En el Perú de los últimos años se ha producido la concurrencia de ambos factores, por consiguiente, el ritmo de crecimiento del país se ha reducido dramáticamente así como el correspondiente a la reducción de la pobreza, y el déficit fiscal empieza a sobrepasar los límites establecidos por la ley de estabilidad fiscal (un déficit máximo de 2 por ciento).

Nos hemos preguntado ¿quiénes son los responsables de la pérdida de mayores oportunidades, ingresos y, subsecuentemente, de la generación de mayor bienestar para más peruanos?  Aquello que los abogados denominan “el lucro cesante y el daño emergente”.

Analicemos algunas cifras.  La Población Económicamente Activa (PEA) aumenta anualmente en aproximadamente 300 mil personas como consecuencia del crecimiento poblacional, siendo principalmente los jóvenes quienes ingresan al mercado laboral o -en caso contrario- engrosarán las cifras del desempleo. ¿Cuál debería ser el accionar que evite mayor pobreza?, la promoción de la inversión en todos los sectores económicos.  Tengamos presente que los jóvenes buscan alcanzar una oportunidad de empleo formal para auto afirmarse, ganar independencia económica y asumir sus propias decisiones. Todo lo cual los fortalece emocionalmente en virtud de que el trabajo es un espacio de realización personal.

¿Qué está pasando en el Perú? Los ingresos por exportaciones están disminuyendo en los últimos tres años, de $46,376 millones en el 2011 a $39,533 millones en el 2014,  lo cual se viene agudizando en el último período.  Para muestra, analicemos el caso de la minería, sus exportaciones han caído 15.6% entre setiembre del 2014 y agosto del presente año.  Por cada  S/.100 que antes recibía el país por concepto de sus exportaciones mineras, hoy recibe tan solo S/.84.60. Peor aún si tomamos en cuenta que la producción del oro y el cobre han caído 22% y 11.9%, respectivamente, en el mismo período; es decir, ya no recibimos los S/.84.60 sino que debemos estar por debajo de los S/.80.00 ¿Alguien considera que con esta disminución de 20% en los ingresos de divisas provenientes de la minería se podrá generar más empleo?  Definitivamente ¡No!

¿Al disminuir los ingresos de la minería también disminuyen los impuestos que recibe el Estado? Sí. Por lo tanto, los programas sociales implementados, por más eficientes que pudiesen haber resultado en la disminución de la pobreza, se encuentran hoy más expuestos que antes a carecer de financiamiento.  No se trata de un tema de voluntad de algún funcionario público, se trata de entender que si no se generan más recursos no será posible brindar ayuda social a quien lo necesite.  Las decisiones o políticas erradas terminan por impactar negativamente en los jóvenes y en los más pobres.

¿Estamos en capacidad de controlar la evolución de la economía internacional? No. Pero ello no es excusa para reconocer que el mejor camino para seguir reduciendo la pobreza y generar empleo formal –especialmente para los jóvenes-es el de incrementar nuestros niveles de productividad.

¿Pudimos haber elevado los niveles de productividad empleando nuestra principal fortalece económica, la minería? Sí.  ¿Qué debimos haber hecho o qué podemos hacer sin mayor dilación? Dar pase a la construcción de los proyectos que están en espera y que cuentan con Estudio de Impacto Ambiental aprobados.  Si el proyecto Tambogrande en Piura hubiese salido, la minería informal y la contaminación indiscriminada en la zona no se habrían producido;  con Quilish y Conga en operación, Cajamarca no se hubiese convertido en la región más pobre del país; si Santa Ana en Puno no hubiese tenido retraso, ni Tía María, ni Cañariaco, etc. hoy la caída de los precios internacionales sería una anécdota que no hubiese reducido los ingresos de 100 a menos de 80, y tendríamos más de 100 para solventar nuestro bienestar y desarrollo.

¿Por qué no lo hicimos? Por falta de generación de consenso en la opinión pública, por indecisiones de carácter político por parte de nuestras autoridades, por una activa oposición anti minera que busca su beneficio económico inmediato de manera improductiva (en otras palabras delictiva), por falta de prospectiva en la evaluación de la política ambiental y sus consecuencias.

Ahora, todos sabemos por quiénes somos más pobres.