Huanchaco totorales
Problema. Pescadores artesanales se quedarían sin trabajo al no tener materia prima para elaboración de los tradicionales caballitos de totora. El turismo también caería.

Los totorales del distrito de Huanchaco, en la provincia de Trujillo, continúan su lenta extinción, no solo por obra de la naturaleza, sino también por culpa de la actividad humana.

Las pozas de donde los pescadores artesanales sacan la materia prima para sus caballitos de totora lucen, algunas de ellas, con material inservible como botellas y bolsas de plástico. A un costado de los balsares se aprecia la totora cortada que es secada al sol para construir la citada embarcación.

Es marcada la diferencia entre los humedales. En algunos de ellos se puede ver un conjunto de tallos verdes en crecimiento, mientras que en otros, la totora está languideciente. Antes los humedales tenían un desarrollo parejo, actualmente unos crecen y otros se secan.

La desaparición de los totorales generaría un terrible impacto en el plano socioeconómico de Huanchaco: los pescadores artesanales se quedarían sin trabajo al no tener la materia prima para los caballitos de totora. El turismo caería provocando el cierre de restaurantes, hoteles y otros negocios, advierte Elfri Navarrete Narro, presidente del Movimiento Huanchaquero en Defensa del Medio Ambiente, quien en el 2010 inició una cruzada a favor de esta área natural.

La grave amenaza se debe a tres factores: la erosión costera; la contaminación, pues las corrientes del mar traen los residuos sólidos del muro de basura que se construyó en Víctor Larco, para proteger a los pobladores de los oleajes anómalos; y el transporte pesado.

El defensor de la ecología comenta que por la ruta de los balsares pasan camiones de transporte de aves, de carbón y de personal.

“Como la pista está pegada a los totorales, el tránsito de estas unidades vehiculares ocasiona desmoronamiento de la arena de los humedales situados a los costados de la pista. Además, el humo y los restos de carbón son muy nocivos para cualquier ambiente ecológico, en este caso, para los balsares”, asevera.

Navarrete dice que de unos 300 humedales, hoy quedan unos 170. De ahí la exigencia a las autoridades para que tomen cartas en el asunto, pues una de las últimas normas que los protege es la Resolución Viceministerial 066-2013 del Ministerio de Cultura. Este documento declara patrimonio cultural nacional el uso tradicional de la totora en el norte del país.

CULTURA VIVA

Luis Arroyo Gordillo, antiguo pescador artesanal de Huanchaco, refiere que el mar ya se ha llevado más de cien balsares. “Si no se toman medidas, la pesca artesanal en caballitos de totora desaparecerá, pues ya no tendríamos totora para construirlos. Nuestros caballitos son los que atraen al turismo, somos una cultura viva que data desde antes de los incas”, afirma.

“Algunas aves han desaparecido”

Algunas aves que tenían su hábitat en los totorales lamentablemente han desaparecido debido a la agresión ecológica que sufre esta área declarada zona de reserva extractiva.

Me refiero a los patos de los balsares, que ya no los encontramos. Irónicamente se ha declarado Patrimonio Cultural Nacional el uso de la totora, pero no hay coherencia porque las autoridades no toman cartas en el asunto para su protección.

Prácticamente nos hemos quedado sin totorales debido a la erosión costera. Realmente, si queremos preservar el insumo (totora) que significa la pesca milenaria, la cultura viva, entonces se tienen que construir nuevas pozas en lugares protegidos.

El problema radica en dónde buscar esos lugares, pues se debe tener en cuenta que estos sitios puedan recibir agua salobre para que se desarrolle el totoral. Se trata de una mezcla de agua salina con agua dulce.

Es por eso que los totorales de Huanchaco están frente al mar. Reciben este tipo de agua no por las olas que llegan hasta los humedales, sino por medio de la infiltración.

Las autoridades deben trabajar coordinadamente para salvar este sistema ecológico que acompaña a los pescadores desde la época de nuestros ancestros mochica-chimúes.

La República