Combustibles

Las economías emergentes podrían compensar a cada persona pobre con un bono que sería más grande que los beneficios que representa un combustible barato , y aun así ahorrarían dinero.

Durante décadas, los gobiernos desde Egipto hasta Indonesia han subsidiado el precio de los combustibles básicos. Estos programas a menudo comienzan con intenciones nobles -mantener bajo el costo de vida para los pobres o, en el caso de los países productores de petróleo, ofrecer un ejemplo visible de los beneficios de la riqueza del carbón- pero tienen consecuencias fatales, destrozan los presupuestos, distorsionan las economías, dañan el medio ambiente y, en general, perjudican en vez de ayudar a los pobres.

Los mercados emergentes no son los únicos lugares que distorsionan los mercados de la energía. Estados Unidos, por ejemplo, contiene las alzas de los precios, restringiendo las exportaciones. Pero los subsidios son más importantes en los países más pobres. De los US$ 500,000 millones al año que el FMI calcula que cuestan- el equivalente a cuatro veces toda la ayuda oficial extranjera – la mitad es gastada por los gobiernos en el Medio Oriente y el norte de África, donde, en promedio, representan un 20% de los ingresos del gobierno.

El flujo de los fondos de subsidios mayoritariamente va a la élite urbana que conduce autos. En una economía emergente típica, la quinta parte más rica de los hogares accede al 40% de los beneficios de los subsidios a los combustibles; la quinta parte más pobre consigue sólo el 7%.

Pero los más pobres sufren de manera desproporcionada las distorsiones que tal intervención crea. Egipto gasta siete veces más en subsidios a los combustibles que en salud. El combustible barato fomenta el desarrollo de la industria pesada en lugar de la manufactura ligera con alto coeficiente de empleo, que ofrece a mucha más gente una vía para salir de la pobreza.

Por todas estas razones, los beneficios de la eliminación de los subsidios a los combustibles son inmensos. Las economías emergentes podrían compensar fácilmente a cada persona pobre con un bono que sería más grande que los beneficios que representa un combustible barato, y aun así ahorrarían dinero.

En el proceso, se ayudaría al planeta. Según la Agencia Internacional de Energía, la eliminación de subsidios a los combustibles fósiles reduciría las emisiones globales de carbono en un 6% en 2020.

Cómo salvar US$ 500,000 millones y el planeta
Algunos gobiernos de los mercados emergentes son persuadidos por estos argumentos, y están tomando cada vez más en serio la reforma. Indonesia aumentó los precios de la gasolina en más de 40% el año pasado, y el principal candidato en la próxima elección presidencial dice que va a considerar una renovación más amplia del subsidio al combustible.

Irán acaba de comenzar la segunda fase de una gran revisión de subsidios, el aumento del precio de la gasolina, el gas y la electricidad.

El nuevo presidente de Egipto está siendo empujado hacia la lucha contra los subsidios energéticos por un déficit presupuestario. Marruecos y Jordania han recortado las subvenciones en el último par de años. Incluso Kuwait anunció esta semana que planea desarticular los subsidios al diesel.

Sin embargo, las políticas de reforma son extremadamente difíciles. Los políticos están poco dispuestos a enemistarse con la élite urbana; intermediarios beneficiados (a menudo corruptos) del combustible barato; los ciudadanos de a pie que no creen que serán compensados. Muchos intentos anteriores de reducir los subsidios han sido abandonados al encarar protestas populares o aumento de los precios mundiales del petróleo.

La experiencia sugiere que cualquier intento de recortar los subsidios tiene que ir acompañada de una campaña de educación pública para explicar los costos y las inequidades de los subsidios, tener un calendario claro para los aumentos graduales de precios y tener el apoyo de las transferencias específicas para contrarrestar el efecto de los mayores precios de combustible sobre las personas más pobres.

Incluso con mejores políticas y mejores planes, sería un error esperar grandes y rápidos efectos. Los subsidios arraigados en cualquier lugar son endiabladamente difíciles de eliminar.

Si el precio del petróleo sube, también lo hará la presión sobre las economías emergentes para “proteger” a sus ciudadanos de combustible más caro. Pero, por el momento, parece que hay una oportunidad para acelerar la reforma. Es una oportunidad que no debe perderse.

Tomado de la Revista The Economist

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