Carlos-Paredes

Carlos E. Paredes
DIRECTOR DE INTELFIN Y PROFESOR DE ECONOMÍA DE LA USMP

1. Este 27 de enero se conocerá el fallo de la Corte Internacional de La Haya en relación al diferendo marítimo con Chile. Independientemente del resultado es importante reconocer que la agenda post La Haya debería ser muy auspiciosa en términos de posibilidades de intercambio de bienes y servicios, de personas e inversiones entre nuestros países. Y sin duda, uno de los temas que seguramente estará en la futura agenda bilateral será el energético.

2. La energía es un insumo fundamental en la industria moderna; contar con fuentes abundantes y baratas de energía es un anhelo de todo país que busca crecer de manera sostenida y ser más competitivo. La competitividad de una industria se basa en dos elementos: qué tan eficientes somos en nuestro proceso productivo (cuán productivos somos) y en el costo de nuestros factores de producción (qué tan barato lo podemos hacer respecto de nuestra competencia). Esto es particularmente crítico en el caso de industrias intensivas en energía, como el de la minería por ejemplo. En el caso chileno, el alto costo energético afecta negativamente a su sector minero, el cual se vería beneficiado si es que accediera a energía más barata proveniente del Perú y a la vez los generadores peruanos podrían beneficiarse de poder vender energía con márgenes mayores en el país sureño.

3. Veamos, el costo promedio de generación eléctrica en el Perú a lo largo de los últimos 4 años ha fluctuado alrededor de los US$ 25 por MWh. En el norte de Chile, durante el mismo periodo el costo de generación ha fluctuado alrededor de los US$ 96 por MWh, es decir, los mineros peruanos pagan la cuarta parte por concepto de energía que sus pares del norte chileno.

4. En consecuencia, con precios que van en proporción de 4 a 1, el espacio que existe para arribar a una situación en que todos ganan es inmenso. El Perú porque podría venderle electricidad a Chile en condiciones muy favorables sin necesidad de afectar los precios internos (esto es, sin perjudicar la competitividad de los productores nacionales) generando una sobrerrenta que podría dividirse entre las empresas que venden y el Estado peruano. Mientras que Chile porque accedería a una electricidad más barata y con ello mejoraría la competitividad de su aparato productivo.

5. Cabe señalar que hoy existe integración eléctrica en toda Centroamérica y buena parte de Sudamérica. De hecho, a partir del 2018, cuando se complete la interconexión Colombia-Panamá y se conecten los sistemas norte y centro de Chile, se podría transmitir electricidad desde México hasta el sur de Chile, salvo por el tramo de la frontera entre Perú-Chile. No parece racional darle la espalda a la historia y oponerse a esta interconexión, sobre todo cuando hay tanto para ganar a ambos lados de la frontera. Para lograr esto, será necesario ponerse a trabajar en todos los detalles regulatorios y comerciales, los cuales son – sin duda – complejos y requieren de mucha buena voluntad de ambos lados. Pero un escenario de distensión post La Haya parece ser el telón de fondo necesario para acometer este esfuerzo.

6. Otra alternativa de integración la constituye el LNG. Hoy Perú le vende a México a un precio de US$ 4 por millón de BTU (puesto en México) y Chile compra LNG a US$ 16 por millón de BTU puesto en su planta de regasificación de Mejillones (de nuevo, una proporción de 4 a 1). Como antes, el espacio para una solución mutuamente beneficiosa es inmenso. Aunque hay que reconocer que existe mayor oposición en el Perú a venderle gas a Chile que a venderle electricidad. “Electrones sí, moléculas no” parece ser un eslogan nacionalista que es difícil de comprender.

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