Marcial García Schreck

Marcial García Schreck
SOCIO DE IMPUESTOS DE LEY

En estos días estamos asistiendo al congreso anual de exploración minera más grande del mundo (PDAC) en Toronto, Canadá, que congrega a ejecutivos, inversionistas y funcionarios gubernamentales procedentes de 126 países, en medio de un ambiente de incertidumbre ante la fuerte caída de las cotizaciones de los metales y de la inversión a lo largo y ancho del planeta. El Perú ha sido designado como el primer país auspiciador en esta edición del PDAC, contando incluso con un “Peru Day” y un stand propio, con el objeto de promocionarse como país atractivo para las inversiones.

En medio de este panorama, la mala noticia es que en el ranking mundial de inversión en exploración minera, que año tras año elabora y presenta en el PDAC el Metals Economic Group, en el 2013 el Perú retrocedió una posición respecto del año anterior, alcanzando el sétimo lugar, siendo superado por Canadá, Australia, Estados Unidos, México, Chile y China. Este resultado sigue siendo bueno para algunos pues se arguye que la cantidad que atrajo nuestro país aún representa un 5% de la inversión mundial. Pero para contextualizar la caída del Perú debe considerarse que en el 2009 ocupaba el tercer puesto (solo por debajo de Canadá y Australia) y que en el 2013 el gasto en exploración en el mundo disminuyó en un 29%, su menor nivel desde el 2008.

Todo indica que los conflictos sociales, la actividad antiminera, la consulta previa, la inseguridad y la suspensión forzada de proyectos -como Conga o Tía María- nos están pasando la factura. Los permisos y las autorizaciones, principalmente para la exploración, que están tomando más tiempo del debido han sido otra piedra en el camino, en el marco de un escenario en el que un número cada vez mayor de mineras exploradoras junior han paralizado sus actividades por falta de financiamiento.

Se percibe voluntad por hacer mejor las cosas, pero eso no es suficiente. Es necesario dar un golpe de timón para seguir avanzando en la búsqueda de otros yacimientos, sobre todo ahora que la percepción de las mineras está siendo dominada por la cautela por culpa de las bajas cotizaciones de los principales metales, para asegurar el ingreso de nuevos proyectos en años venideros cuando los precios se recuperen. Ello pasa por acortar los trámites, resolver los conflictos sociales y por dar más incentivos para la inversión minera, por ejemplo, admitiendo la doble deducción de los gastos de exploración como lo hacen otros países. Al final los beneficios serán mayores que los costos, dada la ventaja de tener en el futuro una mayor producción y, con ello, una mayor recaudación tributaria.

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