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El desplome de los precios del petróleo ha sacudido los mercados financieros en todo el mundo y debilitado la relación entre el crudo y el oro. El análisis que publica hoy la portada digital de WSJ.

Por: WSJ

Mientras que los precios del petróleo comenzaron el año con el pie izquierdo, cayendo el mes pasado por debajo de los US$30 el barril luego de superar los US$100 en 2014, el oro ha sido una de las pocas inversiones que han brillado. Tras alcanzar en diciembre un mínimo de seis años, la cotización del metal dorado acumula un alza en torno a 12% este año.

Históricamente, las cotizaciones del petróleo y el oro han marchado al unísono. El alza del crudo desata temores inflacionarios, elevando la demanda por el oro debido a su atractivo como depósito de valor. La caída de los precios del petróleo y de la inflación se traduce habitualmente en mayores ganancias para el sector manufacturero, lo que aumenta la demanda de acciones a expensas del oro.

“El oro y el crudo han estado excepcionalmente desacoplados en los últimos tres meses”, dice Gnanasekar Thiagarajan, director de Commtrendz Risk Management. “De otra forma, el oro y el crudo habrían tenido una correlación positiva durante los últimos cinco años, con la salvedad de algunos períodos breves”.

Lo que puede haber cambiado en esta ocasión es que los precios del crudo han caído lo suficiente para alterar la percepción de riesgo de los inversionistas: las petroleras que cotizan en bolsa y los bancos que las han financiado parecen en riesgo de colapsar.

“El descenso en los precios del petróleo tiene un impacto de corto plazo negativo en los mercados bursátiles mediante varios canales”, dice John Davies, director de estudios de commodities de BMI Research. El declive de la liquidez global a medida que caen las reservas en moneda extranjera de los países exportadores de petróleo ha golpeado los activos de riesgo global, añade, propagando el contagio más allá de las acciones, a los bonos chatarra de empresas estadounidenses.

En otras palabras, la turbulencia en los mercados. Cuando arrecia la tormenta, los inversionistas corren a refugiarse en el oro.

La incertidumbre económica ha provisto un beneficio adicional para el oro al aumentar la cautela de la Reserva Federal de Estados Unidos sobre nuevas alzas en las tasas de interés. La Fed elevó las tasas de corto plazo en diciembre después de tenerlas en cero durante siete años, lo que ayudó a provocar un retroceso del oro, que llegó a su menor nivel en seis años.

“Hay una creciente creencia de que la Reserva Federal puede sentir la obligación de revertir el curso y reanudar la flexibilización cuantitativa”, señala Eddie Perkin, director de inversión en renta variable de Eaton Vance.

En las últimas jornadas, los precios del crudo han repuntado ante la esperanza de que se alcance un acuerdo sobre límites de producción. Esta semana, los mercados asiáticos mostraron una semblanza de estabilidad. Los inversionistas parecieron reconfortados por el fortalecimiento del yuan frente al dólar, además de un incremento de los préstamos en yuanes. El oro, en tanto, cayó de US$1.260 la onza, su mayor nivel en un año, a menos de US$1.200 la onza, pero la semana pasada se recuperó ligeramente. Ayer, cerró a US$1.210 la onza troy en la Bolsa Mercantil de Nueva York.

Como un calco del comportamiento de esos activos, las bolsas reaccionaron positivamente a los últimos datos sobre las perspectivas económicas de EE.UU., incluidos signos de la elusiva inflación y un alza del gasto del consumidor. Esos datos impulsaron los precios de las materias primas y de las acciones. El Promedio Industrial Dow Jones y el Nasdaq ganaron 1,4% cada uno. Las empresas de materias primas lideraron el repunte.

BMI Research no anticipa un nuevo colapso del mercado y prevé que el precio del oro oscile entre US$1.300 y US$1.400 la onza.

Aunque el beneficiario más obvio de la divergencia en los precios de los activos ha sido el oro, otros metales como el cobre y el aluminio también parecen haberse desacoplado de las bolsas.

Una baja en las acciones chinas ha sido considerada como un preludio de un descenso en los metales industriales, puesto que las restricciones sobre el corretaje especulativo de acciones ha llevado a los operadores a apostar contra los metales. En las últimas semanas, no obstante, estos han subido aunque las acciones han seguido perdiendo terreno. Los precios a tres meses del aluminio, el zinc y el cobre han aumentado 6,2%, 15% y 5,7%, respectivamente, frente a sus niveles mínimos de varios años.

“Estamos alcanzando el punto en el que los mercados podrían experimentar una recuperación”, señaló Daniel Hynes, analista de ANZ Bank. “Eso quiere decir que los metales base están mejor posicionados y el fondo no está tan distante”.

La Oficina Estatal de Reservas de China, la agencia que mantiene los inventarios de metales esenciales para la economía, adquirió 150.000 toneladas de cobre que estaban en manos de fundiciones a comienzos de enero, señala Helen Lau, analista de Argonaut Securities. La medida se produjo después de que los productores chinos de metales solicitaran a fines del año pasado que la entidad comprara excesos de metales como cobre, aluminio y níquel.

Las suspensiones de producción de los gigantes mineros Freeport y Glencore, que empezaron durante el cuarto trimestre y se extenderán por 18 meses, podrían eliminar unas 400.000 toneladas de suministro de concentrado de cobre en 2016, añade la analista. El cobre es el metal base más importante sujeto a apuestas a favor de una caída en el precio de parte de los inversionistas.

“Los metales industriales han empezado a caer de cara a un declive de los mercados de acciones y parecen haber tocado fondo, al menos en forma transitoria”, aseveró Robin Bhar, director de investigación de metales de Société Générale CIB, quien agregó que es probable que una recuperación más sostenida sólo se produzca hacia finales de año.