Rolando Arellano

Rolando Arellano

Si pidiéramos hoy a políticos y analistas económicos nacionales, o solicitáramos a un extranjero que a partir de las noticias internas le pongan una nota a la situación económica del Perú, el promedio sería quizá cercano a 13. Ante esta misma pregunta de un periodista, Alejandro Santos, el representante del FMI en el país, respondió el último sábado: “Le pondría 19 sobre 20”. ¿A qué se debe esa inmensa diferencia?

Podría ser que ese 19 sea solo una respuesta amable para el país anfitrión de la reunión anual del Banco Mundial y del FMI que comienza ahora en Lima, pero esas declaraciones diplomáticas no son usuales en funcionarios de estas antes temidas instituciones. Por el contrario, parafraseando al profesor Gustavo Yamada del BCR, no tendrían por qué hacer en el Perú el equivalente al mundial de fútbol de las finanzas, por primera vez en América Latina tras medio siglo, si creyeran que aquí no estaban bien las cosas.

Creemos más bien que la diferencia de notas se deba a que muchos peruanos no vemos las cosas con la perspectiva que da la distancia y la comparación con otras realidades. Así, nos quejamos de que solo crecemos 3%, cuando eso es mucho más que la mayoría de países del mundo, y no vemos que en promedio crecimos en los últimos años seis veces más que América Latina. Y tampoco entendemos lo bueno de crecer 3% en PBI cuando la población aumenta solo 1%, haciendo que la riqueza crezca más que la gente para distribuirla.

No tomamos tampoco en cuenta lo que los visitantes al foro mundial miran con más cuidado que nosotros, como que tenemos un porcentaje de reservas superior a la de la mayoría de países del mundo, incluidos los desarrollados. Y que pese a las alzas de precios, tenemos una inflación controlada (comparémonos con Argentina), al tiempo que nuestra divisa resiste mucho más los cambios de la política estadounidense que otros países (como Colombia, que devaluó en 40% el peso en los últimos meses). Y por cierto tampoco vemos que los minerales que exportamos se han depreciado tanto como el petróleo, recurso fundamental para muchos países vecinos.

Más aun, como nos recuerdan los visitantes, olvidamos que hemos crecido disminuyendo la pobreza de manera tremenda, haciendo aparecer una nueva clase media con mayores recursos, generadora de una demanda interna más estable y que amortigua los problemas internacionales. Ello sin darnos cuenta de que ese crecimiento con disminución de la desigualdad es un logro que no se puede señalar en el caso de muchas de las economías asiáticas de gran desarrollo.

En fin, ciertamente tenemos problemas, como la ineficiencia del Estado, la corrupción, la inseguridad y la inestabilidad política, contra los que hay que seguir luchando. Pero es gratificante que alguien venga de fuera a decirnos que no somos tan feos ni tan frágiles ni tan complicados como algunos paisanos nos repiten día a día.

Entendamos entonces que por primera vez en su historia moderna la economía en el Perú tiene una posición privilegiada, que merece una nota mucho más alta que la que nosotros nos damos. Y que, pudiendo parecer exagerada, es una calificación que podemos ponernos como meta a alcanzar, si dejando de lado el pesimismo planificamos adecuadamente y en lugar de retraernos nos ponemos a avanzar con las herramientas adecuadas.

Rolando Arellano
Profesor de Centrum Católica