Manuel pulgar vidalPor Mónica Belling

A mediados de julio el ministro Manuel Pulgar-Vidal dijo con énfasis a la opinión pública que el medio ambiente no sería afectado por el llamado “paquetazo ambiental” dispuesto por el Ejecutivo para reactivar la economía nacional. Una historia vieja en el mundo, cuya repercusión es harto conocida, pero la gran preocupación es: ¿cómo crecerá la economía si se encarece la producción industrial por cumplir normas ambientales que demandan costosas inversiones?

A estas alturas algunos empresarios manifiestan que “los verdes” o también llamados “rojos” siguen en ofensiva: “tratarán de restaurar medidas ambientales que el país había impuesto y que eran vallas muy altas para su cumplimiento”.

Sin embargo, se acerca la hora cero. La COP20, más allá de ser un encuentro de dignatarios o altos funcionarios y de atracción masiva, es el momento en que se decidirá qué hacer después de Kyoto y la reflexión y acuerdos serán en circunstancias en que el calentamiento global ya no es un mito sino una realidad con efectos que empiezan a deteriorar a las economías del mundo, principalmente a las que no se prepararon para ello.

Faltan apenas dos meses para que en Lima, Perú, se reúnan los representantes del orbe en temas ambientales y los previos a la COP20 ya se sienten, las ondas ambientales le llegan al ministro de economía, Luis Miguel Castilla, quien en la “Semana del Financiamiento Climático en Lima”, reconoció que la economía del país puede caer hasta el 6% al 2035 de no ejecutarse políticas para mitigar los efectos del cambio climático. Tremenda reflexión que pareciera ser postergada en la toma de decisiones para temas de corto plazo.