(Ilustración: Andrés Edery)

(Ilustración: Andrés Edery)

Llegar a la Comunidad Nativa de Buenavista en Loreto es complicado. No se trata de tomar la primera embarcación río arriba que parta desde Iquitos y  esperar pacientemente mientras el motor del deslizador lucha contra la corriente, se debe estar preparado para un viaje cansado, lento y agobiante de diez horas. 

No hay muchas embarcaciones que lleguen al punto porque la ecuación entre distancia y pasajeros versus ganancias, no les suele cuadrar a los dueños de las embarcaciones. Esto hace que Buenavista esté prácticamente aislada y carezca de servicios del Estado, sobre todo en temas de salud. 

En el 2009 la petrolera Perenco  inició un proyecto interesante de responsabilidad social corporativa (RSC). La idea era la siguiente: implementar un hospital que no esperara pacientes sino que los buscara. Para ello, con apoyo de la Marina de Guerra del Perú, acondicionó el BAP Pastaza el cual hasta hoy navega por los ríos Napo bajo y medio, Curaray y Arabela brindando atención a a 96 comunidades, entre ellas la de Buenavista.

Además de servicios de salud, la nave lleva periódicamente a otras instituciones del Estado como a la Reniec, e incluso traslada una mini oficina del Banco de la Nación. Este programa de responsabilidad social corporativa es uno de los más exitosos que se hayan implementado hasta el momento.

NO TAN DE MODA

Los programas de responsabilidad social en el escenario corporativo peruano no tienen más allá de doce años. Al inicio se pensó que se trataba de una moda para tranquilizar las ‘culpas’ de las empresas. Había que devolver algo de lo recibido e invertir en la sociedad. Sin embargo, transcurrida más de una década de haberse introducido ‘esta onda’ no hay duda de que el tema va en serio.

Según Henri LeBienvenu, gerente general de Perú2021, las empresas que han iniciado el desarrollo de programas sociales como parte de sus programas de responsabilidad social han logrado maduración en cuanto a sus planteamientos y objetivos a lo largo de todo este tiempo.

Pero no todas en el espectro empresarial tienen proyectos que definan claramente metas; que cumplan las expectativas de todos los grupos de interés;  que vayan de acuerdo al ‘core business’ de la empresa y que demuestren que son sostenibles; requisitos exigidos por la responsabilidad social.

José Salazar, consultor experto en Comunicación y Responsabilidad Social indica que aún hay muchas empresas que están en un proceso de aprendizaje y que se desenvuelven dentro de la filantropía, el extremo contrario de la cuerda de la RSC.

Pero más aún, muchas son poco consecuentes con lo que están practicando. “Hay empresas que se han subido a esta corriente y lo han asumido de una manera responsable, pero hay un gran grupo que todavía menciona la RSC de la boca para afuera porque se preocupan por el entorno exterior (hacia el público) más que del interno (trabajadores), ¿entonces de qué tipo de RSC estamos  hablando?”,  indica Salazar.

No hay duda que el tema está creciendo. Según una encuesta de Global Research Marketing, en el 2013 solo el 26% de empresas, de un universo aproximado de 140, indicaron que tenían programas de RSC. Para el 2014, en un universo similar de encuestadas, 58% indicó que su empresa ya las implementaba. Pero, más aun, el 98% indicó que se trataba de un tema entre relevante y muy relevante.

Respecto al presupuesto, el 56% de las empresas que indicaron que sí implementaban programas de RSC   e invertían entre el 1% 4% de su presupuesto anual y 12% lo hacía entre 5% y 7% de su presupuesto.

No existen cifras exactas de cuál es la inversión anual que se está desembolsando en el país. No hay una unidad centralizadora ni fiscalizadora de estos proyectos. Sin embargo, LeBienvenu está convencido que esta cifra va en aumento. Al menos eso indica el grupo de 152 instituciones registradas en el portal de Perú2021 y los alrededor de 300 proyectos ejecutados. Indica que hay S/. 1.607 millones desembolsados en  programas de responsabilidad social en los últimos diez años, logrando un número de beneficiados cercanos a los 3,9 millones de personas.

El Comercio