Minería-Perú
A TAJO ABIERTO
 Por Marita Chappuis

Sin duda la candidata que más entusiasmo puede despertar en el gobierno chileno será Verónika Mendoza. Pero no tanto por su militancia izquierdista, sino por sus opiniones antimineras.

El gobierno chileno, a diferencia del peruano, ha monitoreado siempre el desarrollo del mercado internacional de los metales, como el cobre y el oro, contratando a las mejores empresas mundiales que se dedican a este rubro para direccionar sus políticas. En los últimos meses, estos asesores han concluido que la caída de la cotización del cobre no sólo es a consecuencia de un bajo crecimiento de China o del fortalecimiento del dólar, sino también a que el ‘pipeline’ de proyectos está completamente lleno para los próximos 35 años. Y ojalá no se construya algún proyecto para que los mercados perciban un poco la falta de oferta y suban los precios.

Esto porque la efectividad y la eficiencia de la exploración cuprífera en los últimos 25 años ha sido excelente: se han detectado el doble de reservas de lo que el mundo consumía. El país que más recursos tiene es Chile, que tiene reservas para 200 años, mientras que el Perú sólo para 80. Actualmente existen más de 50 proyectos cupríferos en el mundo, con sus estudios de prefactibilidad y factibilidad completos. De éstos, cuatro están en Cajamarca.

Chile, mucho antes que el Perú, apostó por la minería con resultados excelentes. En 1978, en el grupo de las diez minas más grandes del mundo, que elaboran el 30% de la producción mundial, sólo había dos minas chilenas. En la misma lista del 2014 se habían colocado seis, entre ellas la privada Escondida, que produce tanto como todo el Perú.

Nuestros políticos pregonan que nuestros costos son más bajos que los chilenos, lo que no es del todo cierto. Los costos de electricidadpueden ser menores, pero no los costos totales descontando depreciación. Además, nuestro país tiene lo peor para un proyecto minero: la conflictividad social, que no existe en el norte chileno por la presencia de un Estado más eficiente.

Mientras que aquí tenemos un Ministerio del Ambiente (Minam) cuya agenda es una copia de las copias de las ONG, el Minam chileno ha priorizado los riesgos para la salud de la población y calidad de vida (contaminación del aire urbano, residuos, acceso al agua potable y alcantarillado) por sobre el patrimonio ambiental (biodiversidad, recursos hídricos) y cambios atmosféricos globales. El Minam peruano tiene su lista de prioridades al revés.

Si revisamos los resultados de nuestro Ministerio de Agricultura y Riego, también son desalentadores. No ha podido resolver los problemas de la institucionalidad del agua, y menos embarcarse en el camino de la innovación. Los organismos chilenos mantienen hace años vínculos con las mejores universidades del mundo en agricultura, como la Universidad de California–Davis, que acaba de inaugurar un Life Sciences Innovation Center en Santiago, con un presupuesto de US$12 millones, monto muchísimo menor al que recibieron las universidades estatales de las regiones mineras por transferencias del canon, para destinarse a investigación. Mientras que los chilenos evalúan semillas de un tomate que sólo crece en Cajamarca y el tarwi, que incluso ganó el premio anual a la innovación, aquí desconocemos en qué están los científicos peruanos.

La izquierda peruana no ha promocionado el conocimiento que todos sabemos que es la clave del desarrollo. En el 2008, el gobierno regional presidido por Yehude Simon no ayudó a desvirtuar las acusaciones de ‘contaminación’ a una futura planta de demostración que Rio Tinto había planeado construir en Reque, que podría haber innovado sustancialmente los procesos hidrometalúrgicos para los metales básicos.

Es lamentable que los partidos de izquierda siempre hayan atacado a la minería, no reconociendo en ella a una industria que traía modernidad a nuestro país, mejores prácticas en salud ocupacional, seguridad y ambiente, y que construía infraestructura en medio de los Andes. Esto es valor compartido.

Semana Económica