- “Perú es una democracia sin partidos significativos”, destaca la prestigiosa revista
- Los peruanos sienten que si han prosperado es a través de sus propios esfuerzos no por los políticos
- La revista califica a Nadine Heredia como la brillante y ambiciosa primera dama
Esta vez no ha salido en contra de Argentina y Venezuela. Esta vez el foco ha estado en Perú. The Economist vuelve a la carga pero esta vez para expresar su preocupación por lo que está ocurriendo en Perú. La prestigiosa revista británica lo tiene claro: “el éxito económico en Perú no puede coexistir indefinidamente con la debilidad política”.
The Economist afirma que la adhesión del Perú a lo que muchos han calificado el “modelo italiano” es en realidad un motivo de preocupación. Recuerda que Humala primero postuló a la presidencia en 2006 como partidario de la Venezuela de Chávez y perdió las elecciones y en 2011 se reinventó como un socialdemócrata probrasileño.
No obstante, después de ganar, optó por seguir las políticas de libre mercado que explican la década de fuerte crecimiento que experimenta Perú. En ese sentido, destaca también el hecho de que el actual ministro de Economía, Luis Castilla es venerado por la empresa privada, lo que lo convierte en el miembro más poderoso del gobierno.
La economía… no es suficiente
En 2013, Castilla consiguió detener un nuevo plan mal aconsejado para que el Estado compre las operaciones peruanas de la española Repsol.
Pero con crecimientos cercanos al 6% o más durante los próximos tres años, gracias a las fuertes inversiones en la minería y en la inversión pública (aquí recuerdan que el 28 de marzo, el gobierno otorgó un contrato de 6,000 millones de dólares para construir la Línea 2 del Metro de Lima), Humala ha tenido problemas políticos.
Así, destacan el hecho de que su aprobación ha caído hasta el 25% frente al 54% de hace un año, según Ipsos. “Tiene su quinto gabinete en menos de tres años. Su coalición improvisada tiene solo 43 de los 130 escaños en el Congreso, que el mes pasado votó dos veces para rechazar el último equipo ministerial”.
Una situación que además, recuerdan, provocó una crisis constitucional menor. Y la intervención de Mario Vargas Llosa, el escritor peruano y partidario de Humala, que advirtió destaca la revista, de forma melodramática que “un vacío de poder podría abrir el camino a un golpe militar”, lo que llevo al Parlamento finalmente a aprobar al gabinete.
¿Y entonces qué es lo que falla?
En el artículo de la revista, reconocen que el gabinete actual es mejor respecto a sus predecesores, ya que está lleno de tecnócratas capaces. “El problema sin embargo es que el presidente ha fallado en proveer al gobierno de un liderazgo político”, dicen.
“Humala ha sido casi un solitario, dejando a Castilla que hable, así como a la brillante y ambiciosa primera dama, Nadine Heredia. En materia de seguridad, el presidente prefiere trabajar a través de amigos del Ejército, una mala idea cuando es necesaria una reforma radical de la Policía, el Ministerio Público y el Poder Judicial.
Los problemas políticos…
Pero el problema político de Perú -afirman- es mucho más profundo que Humala. “Sus dos predecesores fueron igualmente impopulares. Los peruanos desprecian a sus políticos y al Congreso. No es difícil entender por qué… Casi el 70% de los peruanos trabajan en el sector informal: ellos sienten que si han prosperado, es a través de sus propios esfuerzos, no por los políticos”.
En todo caso, concluyen en que la verdadera lección de Italia es que si el sistema político no es capaz de actuar en el interés de la mayoría a largo plazo, termina contaminando con sus fracasos al ecosistema económico. “Perú es una democracia sin partidos significativos” destacan.
Así, dicen que es probable que en las elecciones regionales de octubre se repita lo que sucedió en la anterior, en la que 23 de los 25 presidentes regionales eran independientes. Una región importante, Áncash, se ha convertido en un mini-Estado mafioso.
Los predecesores de Humala completaron sus mandatos a pesar de su impopularidad (aunque eran mejores en la construcción de alianzas de lo que es el actual presidente). Pero -se preguntan- ¿y qué sucederá si Castilla resulta demasiado optimista?
Si el flujo de dinero que ha transformado al Perú en las últimas dos décadas empieza a secarse, un sistema político desacreditado sería incapaz de amortiguar y canalizar el descontento público. El riesgo es que las líneas paralelas de la economía y la política converjan, tal como lo han hecho en Italia.
El Economista América