Ursula de la Mata

Por Ursula de la Mata*

En el mundo de la energía, pocas regiones concentran tanto potencial desaprovechado como América Latina. Con abundantes recursos naturales, una matriz eléctrica relativamente limpia estamos frente a una oportunidad para acelerar la transición energética. Sin embargo, esa oportunidad aún cuelga de un hilo de decisiones políticas, marcos regulatorios y voluntad de cambio.

En 2024, América Latina añadió 20 gigavatios (GW) de capacidad fotovoltaica, lo que representó el 4,4% de la expansión global. Brasil lideró con 15,1 GW, y países como México, Chile y Perú consolidaron su apuesta por la solar y la eólica. La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) ha sido clara: el 81% de las nuevas instalaciones renovables son ya más baratas que las tecnologías fósiles equivalentes. En otras palabras, hoy las renovables no sólo son ambientalmente preferibles, sino que también son financieramente más racionales.

La transición no se limita solo a la generación. El sector transporte, responsable de cerca del 40% de las emisiones de CO₂ en América Latina, es el gran pendiente. La electrificación del transporte representa una oportunidad estratégica, especialmente considerando que el 45% de nuestra electricidad proviene de fuentes renovables, principalmente hidroeléctricas. Es decir, cada vehículo eléctrico en nuestra región tiene un impacto positivo aún mayor que en otras partes del mundo.

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Algunos países están dando pasos concretos. Colombia alcanzó un 2,5% de ventas de vehículos eléctricos e híbridos en 2023. Uruguay avanza con un sistema de transporte público electrificado. Perú y Chile promueven políticas de electromovilidad, aunque la infraestructura de recarga y la coherencia normativa siguen siendo los grandes cuellos de botella.

Y aquí entra el componente de sostenibilidad en su sentido más amplio. Esta transición no se trata sólo de energía limpia, sino de construir un modelo de desarrollo resiliente. Se trata de generar empleo verde, diversificar economías dependientes de la extracción de recursos y mejorar la calidad del aire en nuestras ciudades. 

El 2025 se debe de perfilar como un punto de inflexión. No porque el cambio comience sino porque será el año en que se verá si las políticas e inversiones adoptadas hasta la fecha son suficientes para sostener una transformación real. O lo aprovechamos, o quedamos rezagados mientras otras regiones consolidan su liderazgo.

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América Latina tiene los recursos, el conocimiento técnico y la preocupación social para hacerlo. Lo que falta, como tantas veces, es alineación política y visión de largo plazo.

La transición energética no espera. Y el planeta tampoco.


* Ejecutiva senior con más de 20 años de experiencia en desarrollo de negocios, sostenibilidad y liderazgo en los sectores energético, de consumo masivo y nutracéutico. Actualmente es directora en LSFarma y ha ocupado cargos de alta dirección en empresas como Schneider Electric, Enel y Engie, liderando equipos regionales y gestionando iniciativas innovadoras en energías renovables, eficiencia operativa y transformación comercial. Es Bachiller en Administración y Marketing (Summa Cum Laude) por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) y cuenta con un MBA Internacional por el IEDE (España, China y Chile). Además, ha cursado estudios de posgrado en Liderazgo (Universidad del Pacífico y UPC), Design Thinking (Tec de Monterrey), y Derecho Minero y Ambiental (UPC). Recientemente ha complementado su formación con un Diplomado en Bioneuroemoción por el Enric Corbera Institute. Comprometida con el desarrollo del talento femenino, ha sido mentora en los programas Women in Energy (SPE – Sección Lima) y Women in Power (IEEE), impulsando el liderazgo de mujeres en sectores estratégicos. Su enfoque docente se basa en una combinación sólida de experiencia directiva, pensamiento estratégico y visión sostenible del negocio.