Por: Peter Anders Moores (Presidente de la CCL)
Uno de los mayores impactos de la pandemia del coronavirus en el mundo –además de la vida y la salud de las personas– es la pérdida de millones de puestos de trabajo. En el caso de América Latina, diferentes organismos multilaterales han advertido que es una de las regiones más afectadas.
Concretamente, tratándose del Perú, las cifras de empleo a nivel nacional han caído trimestre a trimestre desde que comenzaron la emergencia sanitaria y la crisis económica que esta originó.
No obstante, la tendencia parece comenzar a revertirse a medida que la reactivación económica se va consolidando en nuestro país, en gran medida debido a la firme decisión del sector privado de no rendirse y seguir haciendo empresa –grande, mediana o pequeña– a pesar de las dificultades y trámites engorrosos que, además de la enfermedad, debe enfrentar.
Al cierre del cuarto trimestre del 2019 la población ocupada era de 17,4 millones personas, cifra que se redujo el primer trimestre 2020 a 16,5 millones y en el segundo trimestre a 10,3 millones.
Pero para el tercer trimestre del 2020 se proyecta que el empleo empezaría a recuperarse hasta alcanzar los 14,8 millones, siempre en la medida que se continúe avanzando con las fases de reanudación económica anunciadas por el gobierno.
No hay que olvidar, sin embargo, que, según propias estimaciones oficiales, a finales del cuarto trimestre del 2020 el empleo aún se encontraría por debajo del nivel previo a la crisis sanitaria.
No es ni será fácil recuperar los millones de puestos de trabajo perdidos, más aún el empleo formal, aquel que permite a los trabajadores contar con los beneficios de ley y al Estado recaudar tributos, pues muchas empresas han quebrado, otras a duras penas sobreviven y hay algunas que lentamente han comenzado su proceso de recuperación.
Solo será posible generar empleo formal en la medida que se avance en la reanudación de las actividades económicas, donde la tarea pendiente es la Fase 4.
Si bien es urgente que esta se termine de implementar, también es cierto que debe ir de la mano de un control efectivo de la pandemia, para que no se desate una nueva ola que tendría efectos devastadores.
Urgente es la reactivación económica, sobre todo en favor de quienes han perdido sus empleos, pero es necesario que seamos conscientes de que no servirá de mucho si no se controla un posible rebrote, porque tan importante como conservar un trabajo es mantener la vida y la salud.
Un análisis diferente es el que debemos tener con relación al empleo informal que se concentra en trabajadores y profesionales independientes, así como en las microempresas.
En el cuarto trimestre del año pasado la PEA informal sumó 12,2 millones de trabajadores, cifra que bajó a 11,5 millones al inicio del 2020. Por efecto de la pandemia, este grupo de trabajadores se redujo a 5,9 millones.
Se espera que haya una recuperación también en el sector informal a fines de este año. Pero más allá de ello, deberíamos pensar cómo formalizar a este grupo de peruanos para que no sigan siendo tan vulnerables a una crisis tan grave como la que aún vivimos a nivel mundial.
Es quizá el momento de pensar con seriedad en una reforma laboral que incluya a este sector y que permita una generación de empleo más dinámica, eliminando sobrecostos y obstáculos burocráticos que, lejos de promover la creación de puestos de trabajo formales, hacen todo lo contrario.
Fuente: La Cámara (CCL)