Foto: Gestión

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Por Mónica Belling

Son diez años del tiempo de Camisea en Perú. Una década en que la economía del mundo vivió acelerados cambios. Mientras Estados Unidos cayó en una de sus peores crisis financieras, China repuntó su economía hasta superar a la del otrora invencible país del norte. Europa no quedó fuera de la crisis y así el mundo revisó su gasto.

En esos años acelerados Perú tuvo la opción de subir al “tren bala” de la economía mundial o quedarse con su “tren macho” del siglo pasado.

Camisea fue parte crucial para subirse a ese tren bala. Buscar la diversificación de la matriz energética por un lado y por el otro aprovechar la urgencia por gas natural que tenía Estados Unidos -antes de conquistar el uso de su shale gas o gas de esquisto- algo que permitió el financiamiento rápido de la primera planta de licuefacción en Sudamérica: Pampa Melchorita.

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Estados Unidos con su shale gas logró reservas para su consumo por unos 2.000 TCF y ya elevó notablemente la producción de gas natural, gas licuado de petróleo, nafta y hasta crudo ligero.

Los encadenamientos en torno al gas de Camisea siguen y demuestran que aquella decisión aunque no fue populista fue acertada y oportuna para el país. En la actualidad, la participación del gas natural está en alrededor del 30 por ciento reduciendo así las importantes de petróleo. Uno de los hombres que apostó por ello fue el ex ministro Jaime Quijandría, quien quedará siempre ligado al inicio de esta era en Perú.

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Ministro Mayorga sostiene que Camisea continuará siendo el motor del crecimiento para el país