ProActivo
Por: Mónica Belling
¿Imaginan el caos sociopolítico que se desataría en la India, si un grupo de extranjeros pro ambientalistas pintaran una de las paredes del Taj-Mahal para enviar al mundo un mensaje concientizador? Más de uno podría apostar que más allá de multas y juicios este episodio se teñiría de muerte. Aterrizando esta hipótesis en suelo peruano solo queda reflexionar sobre la repercusión por la impunidad de la que hasta la fecha goza la ONG Greenpeace.
En plena COP 20, un grupo de profanadores del trabajo de María Reich, llegó hasta la zona del colibrí para colocar una pancarta con el mensaje: “Time for Change: The Future is Renewable (“Tiempo de cambio: el futuro es renovable). Todo con el objetivo de expresar su protesta al mundo.
Por desgracia, los activistas no entendieron que será casi imposible renovar el área afectada y las interrogantes deben girar en torno a la facilidad con la que los culpables accedieron a la zona. Es inaudito pero ni siquiera hay carteles, iluminación, ni vigilancia para cuidar un patrimonio de la humanidad.
Además, las autoridades no redoblaron medidas de seguridad para evitar que los invitados -que recorrieron diferentes zonas del país- no causaran desmanes ni atrocidades como la de Greenpeace, y por el contrario, los hayan resguardado sin imponerles restricción alguna.
Punto aparte, lo que el Ejecutivo no ha captado en su real dimensión es que la “Marca País” se ha visto afectada. Desde los cinco continentes se configuró la imagen de un Perú con una historia grandiosa y un presente lamentable por la indulgencia de sus representantes. Es deplorable la pasividad del Ministerio de Cultura, así como el mutismo de la Cancillería y del Ministerio del Interior.
Tras este episodio, la mellada Marca Perú induce a que algunos piensen que somos el “País de la impunidad” y el hecho de que el mencionado activista argentino Mauro Nicolás Fernández saliera del país con toda naturalidad y sin obstáculo alguno, respalda la premisa.