Por: Carlos Prieto, Gerente de Estudios Económicos del BCP
Si no se revierte la caída de las expectativas de los agentes económicos, la economía peruana crecería solo 2% o menos el 2022, es decir, menos de la mitad de lo que prevé el último Marco Macroeconómico Multianual (4.8%). Sin embargo, es importante destacar que las condiciones estaban dadas para crecer al 6% el próximo año debido a:
- Vientos externos favorables: A fines de julio, el FMI elevó su proyección de crecimiento de la economía mundial de 4.4% a 4.9% para el 2022. Si crecemos menos que el promedio del mundo es simplemente porque algo estamos haciendo mal internamente. Asimismo, las perspectivas del cobre siguen siendo favorables. Bank of America y Goldman Sachs se encuentran entre los más optimistas y proyectan que la cotización internacional del cobre alcanzaría máximos históricos en los próximos trimestres y superaría los cinco dólares por libra. Finalmente, las tasas de interés internacionales, si bien subirán, se mantendrán en niveles históricamente bajos. La Reserva Federal de EE.UU. se espera que sea gradual y cautelosa en el retiro de su estímulo monetario.
- Entrada en producción de nuevas minas: Los proyectos Mina Justa, ampliación de Toromocho y Quellaveco elevarán la producción de cobre en 20% al 2023 vs. 2019.
- Consumo privado contenido: Aún existe toda una serie de actividades económicas bastante por debajo de sus niveles prepandemia, especialmente en el rubro de entretenimiento y esparcimiento. En el 2022, a medida que toda la población esté vacunada y se aleje el riesgo del covid, estas actividades podrían tener un salto importante luego de un consumo reprimido en 2020-2021.
- Políticas fiscales y monetarias expansivas: El 2022 es el último año de mandato de los actuales gobernadores regionales y alcaldes, tradicionalmente en dicho período se acelera la inversión pública subnacional. Si a lo anterior, se le suma el avance del esquema Gobierno a Gobierno en la reconstrucción del norte, luego de El Niño del 2017, la inversión pública podría haber aspirado a crecer más de 10% en el 2022. Por su parte, la política monetaria continuará siendo expansiva, ya que a pesar de la subida esperada de la tasa de referencia esta se mantendrá en términos reales negativos.
Los canales de transmisión sobre el consumo y la inversión privada se rompen o debilitan sustancialmente ante el riesgo de un cambio de régimen económico y nueva Constitución. Producto de dicho riesgo, según el BCR, la salida neta de capitales de corto plazo en el 2T21 alcanzó 13% del PBI (el peor registro desde 1983).
Es factible crecer al 6%. Entre 2011 y 2013, en un contexto similar de elevados precios del cobre, el Perú creció a un ritmo promedio anual de 6%, la inversión privada crecía 11%, el consumo privado se expandía 7%. Un crecimiento del PBI en el 2022 de 2% y una caída de la inversión privada implicaría que se dejen de hacer inversiones grandes, medianas y pequeñas por cerca de US$ 5 mil millones, que se deje de crear alrededor de 400 mil empleos formales (el covid generó un aumento del subempleo de casi 30% y los salarios se ubican en niveles de hace 10 años en términos reales) y que no salgan de la condición de pobreza y vulnerabilidad hasta 1 millón de peruanos.
En un entorno de altos precios del cobre estamos dejando pasar una gran oportunidad al no gatillar una ola de nuevas inversiones mineras con su efecto dinamizador en empleo formal en construcción, metalmecánica, transporte, alojamiento y otros servicios. Con reglas claras y predecibles para la inversión privada, al tren del cobre se pueden sumar sectores con enorme potencial como saneamiento, vivienda, conectividad, agroindustria, acuicultura, forestal, etc. Reconocer el tren que se nos puede ir, no significa desconocer que ante un choque tan inequitativo como el covid se requiere activas políticas sociales, en las cuales hay espacio para hacer más.
A Bismarck se le atribuye la siguiente metáfora: “Uno debe comprobar siempre por dónde está pasando Dios en la historia del mundo y en qué dirección va. Después, subirse a ese tren y agarrarse con fuerza para que su impulso lo arrastre tan lejos como pueda llegar”. Ojalá no perdamos el tren del 2022 ni el de esta década, aún estamos a tiempo.
Fuente: Gestión