Por: Francisco Medina Rospigliosi, Gerente de Asuntos Corporativos de Summa Gold Corporation
El cuidado del medio ambiente es, sin duda, uno de los principales temas de agenda en un mundo globalizado. Este fenómeno ha llevado a muchos expertos y opinólogos a realizar análisis, tratando de categorizar cuáles serían las industrias más contaminantes, basados a veces en situaciones que, hoy en día, distan mucho de la realidad.
Responsabilizar de contaminante, por ejemplo, a toda empresa minera formal por el solo hecho de pertenecer a una industria estigmatizada, resulta injusto. En estas críticas no se toman en cuenta los cambios en los procesos y controles certificados que, en la actualidad, con una altísima inversión tecnológica y políticas sostenibles, permiten una verdadera eficiencia y respeto medioambiental.
Más injusto aún resulta meter en el mismo saco a las empresas mineras formales, estrictamente fiscalizadas por instituciones especializadas, y a la minería ilegal, que no respeta el medio ambiente, ni los procesos de fiscalización, control y cierre. Actualmente, la minería responsable es incluso una herramienta para erradicar la minería ilegal y la criminalidad que esta envuelve.
En Perú ya tenemos un primer caso de éxito en la ciudad de Huamachuco (La Libertad), donde la minería ilegal imperó durante años en la zona del cerro El Toro. Con un modelo de gestión novedoso, la empresa peruana Summa Gold, sustentada en la legalidad de sus concesiones, ha recuperado y remediado parte importante de este territorio, convirtiendo a la minería (antes nociva para su entorno) en el principal motor económico y social de la localidad, realizando prácticas limpias, productivas y socialmente viables.
Para ello, es indispensable trabajar una estrategia de sostenibilidad que permita que todos los involucrados en un territorio (empresa minera y población) se vean beneficiados con el desarrollo minero. En el caso de Huamachuco, y con el apoyo de las autoridades regionales y provinciales, la estrategia minera apuntó a ser intensiva en la generación de empleo y el fomento de empresas locales en los caseríos aledaños, que hoy brindan servicios directos para la minería formal, tales como transporte, construcción, metalmecánica, alimentación, lavandería, entre otros. Incluso, se ha logrado rescatar de las actividades ilegales a miles de personas que, con un mayor conocimiento técnico y cultura por el respeto al medio ambiente, se han incorporado a las filas de la formalidad, gozando hoy de condiciones de trabajo más seguras y mejor remuneradas.
De esta forma, un cerro invadido durante años por más de cinco mil mineros ilegales, donde la delincuencia, las muertes, la explotación laboral de menores y el robo de mineral eran pan de cada día, experimentó un cambio radical. No obstante, existen remanentes de ello que merecen una particular atención por parte de las autoridades, para no obstruir el camino del desarrollo que se viene construyendo en Huamachuco.
De igual manera, la minería formal genera inversión, además de ingresos fiscales para las regiones y provincias del interior del país, que son indispensables para desarrollar obras públicas. Por su parte, las empresas desarrollan proyectos sociales y de infraestructura, además de mecanismos como Obras por Impuestos, que permiten la implementación de proyectos de agua y desagüe, salud, educación, carreteras, etc.
Es necesario que la minería peruana siga fomentando modelos de desarrollo que involucren a las comunidades vecinas. Sólo de esta manera, esta industria puede convertirse en una propuesta de cambio en donde todos, con tecnología y una visión sostenible y de respeto al medio ambiente, pueden salir beneficiados.