Escribe: Eduardo Morón, presidente de la Asociación Peruana de Empresas de Seguros – APESEG
Quienes tienen menos de 30 años no han experimentado lo que por muchísimos años fue una permanente frustración nacional. Me refiero a que antes de los noventa el país crecía permanentemente limitado porque le faltaban divisas o le faltaban recursos fiscales. Y ciertamente, a veces le faltaban ambos y la crisis era aún más grande. Esta normalidad, que hoy experimentamos, de tener muchas reservas internacionales o tener cuentas fiscales en orden tampoco era la foto usual. La economía peruana vivía en constantes crisis cambiarias y fiscales.
La razón de estos problemas era que vivíamos ignorando el mercado mundial protegiendo a la industria local en claro desmedro de la población en general que tenía que pagar costos más altos por productos protegidos por aranceles extraordinariamente elevados. Después de años de años de debates sobre si la economía podía realmente progresar ignorando el mercado mundial, el Perú dio un giro de 180 grados, y la gran mayoría de las fuerzas políticas entendieron que una pequeña economía como la peruana puede progresar enganchándose a la infinita demanda mundial. Esto abrió el paso a una serie de decisiones que hoy nos han dado una estabilidad macroeconómica extraordinaria y que repercute en todos los sectores de la economía.
Entre esas decisiones destacan sin duda la voluntaria reducción unilateral de aranceles de inicios de los noventa, la flotación cambiaria, los tratados de libre comercio que han abierto mercados a una canasta de productos cada vez más diversificada. Pero también están las decisiones de orden fiscal que han contribuido a que los sectores dedicados a la exportación florezcan. El régimen excepción de impuesto a la renta a la agroexportación ha permitido incorporar a la formalidad a una enorme cantidad de trabajadores y ha pasado a ser una fuente de divisas diferente a la que ofrece en cantidad la minería. Esta decisión fiscal sin duda ha marcado un antes y un después en la economía peruana.
Pero, antes de dicha decisión cuando aún el Perú no sabía como salir de la situación desesperada de no contar con divisas cada vez que se aceleraba el crecimiento de la economía se optó por medidas cuestionables que hemos arrastrado sin corregir. Una de ellas estuvo en el debate la semana pasada: el drawback.
Su justificación es sin duda débil porque se alude a que se están devolviendo los aranceles que se están exportando, pero en realidad es un subsidio ciego porque no se calcula si en efecto esa empresa que reclama una devolución de 100 incurrió en 100 de aranceles. Si se revisaran los datos no se debería devolver más de 10%-15%.
Hoy las urgencias macroeconómicas han cambiado. Lo que está faltando son recursos fiscales, no divisas. Por ello, tiene poco sentido dedicar recursos fiscales a promover mayor generación de divisas. Tenemos que entender que la externalidad que genera tener cuentas fiscales equilibradas es prioritaria. Por ello, no entiendo la decisión de retroceder en retirar (o al menos reducir) el drawback. En el mismo sentido, es un pésimo momento para dedicar 1% del PBI en recursos fiscales a una compra de aviones de guerra como si realmente hiciera alguna diferencia en cuanto a poderío bélico. La prioridad macroeconómica debería ser reducir el déficit fiscal y que todos disfrutemos un menor costo de financiamiento.
Fuente: Gestión.pe