Por: Jose-Carlos De Piérola
Este año me tocó asistir a mi primera COP, como parte de una delegación multinacional de ERM. Fui en una visita rápida, pero con muchos encuentros, eventos que asistir, preguntas que hacer y conversaciones que conectar.
Logré acercarme a distintos actores, comunidades, empresas, gobernadores locales, entidades financieras, académicos – científicos y hasta prensa. Y es a partir de estas miradas que tarto de hacer una conexión de ideas y construir sobre ello para nuestro contexto.
Desde el lado de las comunidades y la cadena de valor:
Existe una necesidad de parte de las comunidades de ser parte de la preservación de la biodiversidad de su entorno, a pesar de los riesgos que existen en la región, pues no solo nuestro país tiene el gran problema de las economías ilegales, en Mexico, Colombia y el Ecuador también se expande este flagelo. Paralelamente en estados como California o Quebec coinciden en la necesidad de integrar los conocimientos ancestrales de las comunidades en el trabajo para el cuidado de la biodiversidad.
Algunas comunidades de la región incluso utilizan la metodología LEAP (Localizar, Evaluar, Asesorar y Planificar) que promueve el TNFD. Siendo el TNFD este Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras Relacionadas con la Naturaleza que ha desarrollado un conjunto de recomendaciones y orientaciones para la divulgación de información que permite a las empresas e inversionistas evaluar, informar y actuar sobre sus dependencias, impactos, riesgos y oportunidades relacionados con la naturaleza. Junto con el esfuerzo de estas empresas de comunidades hay iniciativas muy interesantes que involucran bancos de hábitats y comercio justo.
Es la primera vez que veo una empresa comunal que utiliza esta metodología LEAP y claramente entienden que los ayuda con la búsqueda de financiamiento. Entonces me pregunto cómo podríamos lograr esta necesaria integración de la biodiversidad a la cadena de valor. Hay muy buenos ejemplos y avances del trabajo con los proveedores en el entorno de las operaciones mineras y de hidrocarburos; sin embargo, están en lo que yo llamaría la etapa uno de la dimensión económica: la generación de ingresos económicos no enfocados en la empresa como único mercado. La dimensión ambiental será esta conexión de los negocios locales con iniciativas de biodiversidad, que cuenten con indicadores concretos. Los indicadores permiten, primero establecer un punto de partida y un objetivo. Esto a través de elementos que pueden tener una incidencia en los avances y a su vez permitan monitoreos y por que no, cambiar algunos parámetros que vemos en el camino que no contribuyen al objetivo. En este caso, organizaciones como Fair Trade incentivan positivamente esto, y una de mis apuestas es que se podría trabajar con la empresa privada como contraparte para estas iniciativas con comunidades locales.
Es importante encontrar los incentivos correctos para usar las metodologías que se puedan concretar y dejar resultados materiales desde el bienestar social, y financiero. Esto lo han entendido muy bien algunas comunidades, apoyados con empresas como Nespresso en Colombia, y el TNFD está propiciando estos espacios, que deberíamos aprovechar en los distintos sectores productivos, sobre todo en los que necesitan diversificar la producción a nivel local.