El poliestireno expandido (EPS), conocido popularmente como tecnopor, es uno de los materiales más persistentes en el ambiente debido a su difícil descomposición, que puede tardar hasta 1,000 años. Su popularidad en aplicaciones como embalaje y construcción se debe a su ligereza y versatilidad, pero una vez desechado, se convierte en un contaminante persistente. Su estructura liviana le permite dispersarse con facilidad, acumulándose en cuerpos de agua y suelos, donde representa una amenaza seria para los ecosistemas. Además, en su descomposición lenta, puede liberar dióxido de carbono (CO₂) y compuestos tóxicos, afectando la salud humana.
Su reciclaje representa un desafío significativo debido a su alto costo y complejidad. En Perú, el EPS representa al menos el 10% de los residuos plásticos, según el Ministerio del Ambiente, y esta cifra sigue en aumento cada año. Debido a su bajo peso, pero gran volumen, el EPS ocupa un espacio desproporcionado en los rellenos sanitarios, lo que acelera su saturación y dificulta una gestión eficiente de residuos en estas instalaciones diseñadas para minimizar el impacto ambiental. Considerando la desventaja del depósito en vertederos, debido a su lenta tasa de degradación y el hecho de que, tras la incineración de estos desechos, se generan emisiones tóxicas como compuestos orgánicos volátiles, gas estireno y partículas en suspensión.
En este contexto, un grupo de estudiantes de la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC) ha desarrollado una solución sostenible para enfrentar este problema. Mediante el uso de cáscaras de naranja y el D-limoneno extraído de ellas, han logrado degradar el tecnopor.
Gracias a esta innovadora propuesta, el equipo “Movimiento Naranja” obtuvo el primer lugar en la última “Disrupton” organizado por UTEC, un espacio en el que la creatividad surge para resolver los desafíos actuales que enfrenta el mundo. El equipo, integrado por Ariana Ponce, Rosario Jácome y Harold Suárez de Bioingeniería, junto con Camila Neyra de Ingeniería Industrial, desarrolló un método sostenible para disolver el EPS utilizando tanto cáscara de naranja molida como el aceite esencial de D-limoneno.
“Nuestro proyecto nació de un accidente inesperado. Mientras realizábamos otro experimento que también requería cáscara de naranja seca y molida, la almacenamos temporalmente en un táper de poliestireno. Al cabo de dos horas descubrimos que se había formado un orificio en el recipiente. Fue ahí cuando empezamos a indagar por qué la cáscara de naranja fue capaz de degradarlo”, relata Ariana Ponce, integrante del equipo.
Este hallazgo inicial los impulsó a investigar el D-limoneno, un compuesto natural presente en la cáscara de naranja, reconocido por su alta capacidad para disolver polímeros como el EPS (poliestireno expandido) debido a que poseen moléculas de similar polaridad.
Para implementar la degradación del EPS, aprovecharon el D-limoneno, mediante dos métodos. En el primer método, las cáscaras recolectadas se sometieron a un proceso de secado y trituración, luego se aplicaron directamente sobre la superficie a degradar del EPS; la cáscara de naranja residual se reutilizó posteriormente como fertilizante orgánico. En el segundo método, el aceite esencial se extrajo a través de destilación para obtener una mayor pureza de D-limoneno. Este extracto concentrado permitió una rápida degradación del EPS al sumergirlo. Tras la saturación del aceite, la mezcla resultante se utilizó como recubrimiento protector para metales. De esta manera, el upcycling desempeña un rol clave al transformar el tecnopor en nuevos productos de valor agregado, promoviendo prácticas más sostenibles.
Proyecto escalable y de gran impacto
Una de las misiones de este proyecto es masificarlo para que sea el punto de partida de una gestión de residuos idónea. “Nos gustaría expandir nuestra idea. Queremos que nuestra visión de un campus sostenible no solo se quede en UTEC, sino que sea escalable hacia Barranco, Lima y todo el Perú”, expresa Camila Neyra, representante del equipo.
El proyecto tiene beneficios tangibles en varios frentes. El uso de residuos de cáscara de naranja, un desecho orgánico, permite reducir costos en el proceso de reciclaje del EPS y puede crear nuevas oportunidades de negocio. A nivel ambiental, la degradación del tecnopor y la prevención de su acumulación contribuyen a reducir su impacto contaminante y la huella de carbono de las instituciones y empresas que lo desechan. Para hacerlo escalable, se establecería una red de colaboración y centros de acopio con productores de jugos y mercados, empezando por el distrito de Barranco.
En el futuro, el proceso podría volverse aún más eficiente mediante el desarrollo de tecnologías automatizadas para optimizar la extracción del D-Limoneno. A medida que incremente la producción de abono orgánico y recubrimientos anticorrosivos, se podrán explorar otros productos derivados del tecnopor. Lo cual permitirá expandir el modelo a nivel local a posibles alianzas con empresas que utilicen este material y estén interesados en mejorar la gestión de residuos.
La iniciativa también parte de un rol educativo y social. Harold Suárez, otro integrante de Movimiento Naranja, resalta el valor de la conciencia ambiental en la universidad.
“UTEC nos permite utilizar nuestros conocimientos en ingeniería y tecnología para contribuir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como es la reducción de nuestro impacto en el medio ambiente”, señala Suárez, quien se enfoca en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, específicamente aquellos que buscan reducir el uso de plásticos y promover la innovación sostenible.