Mario Huapaya

Las industrias extractivas, y en especial la minería en América Latina, está atravesando una transformación profunda. Los enfoques de desarrollo territorial, cada vez más prevalentes, así como la presión de inversionistas, comunidades y reguladores, han cambiado las reglas del juego, y demandan el fin de la minería solitaria y desarticulada del pasado. Las empresas mineras ya no pueden operar de manera aislada; necesitan participar activamente en espacios de diálogo multiactor. Aquellos que no estén en la mesa de discusión corren el riesgo de convertirse en parte del “menú” de decisiones y compromisos tomados sin su participación.

Falta de consensos

Tradicionalmente, muchas empresas mineras han abordado la gestión social desde un enfoque transaccional: obtener permisos, cumplir requisitos, pagar sus impuestos y desarrollar proyectos de impacto social positivo de manera aislada, y enfocadas en el área de influencia inmediata. Sin embargo, este modelo se ha agotado. Hoy, la sostenibilidad de la industria depende de su capacidad para construir consensos y coaliciones para el desarrollo con múltiples actores, desde gobiernos y comunidades hasta inversionistas, la academia y organizaciones de la sociedad civil. En América Latina, los conflictos sociales asociados a la minería han demostrado que la falta de acuerdos y de impacto positivo en el desarrollo territorial puede paralizar proyectos por años, generar sobrecostos significativos y dañar irreversiblemente la reputación de las empresas. Casos como la oposición a proyectos en Panamá y Argentina, o lo ocurrido en Conga, ilustran cómo la ausencia de procesos participativos efectivos puede traducirse en barreras insalvables para la operación minera.

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No es suficiente

El concepto de “licencia social para operar” ya no es suficiente. La sostenibilidad social requiere una transformación estructural en la manera en que las empresas interactúan con su entorno. Pero los procesos participativos también tienen que mejorar y generar colaboración entre actores en la implementación, no solo la concepción, de una visión para el desarrollo en áreas mineras. Caso contrario se puede generar una dependencia de la minería y las empresas mineras operando a nivel local que no favorece una visión de desarrollo a futuro. En este sentido, iniciativas como el Governance Action Hub y Andean Link Engagement – ALE plantean un enfoque innovador para fortalecer coaliciones locales y globales que mejoren la gobernanza y reduzcan la corrupción en países ricos en recursos naturales.

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En el contexto peruano, por ejemplo, con la participación del Banco Interamericano de Desarrollo, el Consejo Internacional de la Industria Sueca (NIR) y empresas mineras con altos estándares como Anglo American y Newmont, se están implementando modelos de desarrollo regional en Cajamarca y Moquegua. Estas iniciativas integran a la sociedad civil, el gobierno y el sector privado en estrategias de desarrollo territorial. Este enfoque es clave para transformar positivamente las regiones mineras y asegurar que los beneficios de la actividad extractiva sean sostenibles y equitativos.

Avances

Por su parte, el Estado peruano ha hecho importantes esfuerzos por convocar al diálogo y a los consensos desde la elaboración multiactor de la Visión para la Minería al 2030, resultante del proceso RIMAY, mismo que derivó en los procesos de Cajamarca y Moquegua que también acompañó el Ministerio de Energía y Minas y, más recientemente, con el inicio del esperado proceso de diseño participativo de la Política Nacional Multisectorial Minera al 2050Estar en la mesa es una necesidad, no una opción.

Punto de inflexión

La minería en América Latina está en un punto de inflexión. La presión social, la próxima sobre demanda de minerales críticos y las innovaciones regulatorias están obligando a las empresas a cambiar la forma en que operan y se relacionan con su entorno. En este contexto, participar activamente en espacios de diálogo multiactor no es solo una estrategia de mitigación de riesgos, sino una condición necesaria para la sostenibilidad, el éxito del sector y ulteriormente para el desarrollo de las regiones mineras. Si las empresas mineras quieren adaptarse exitosamente a la nueva realidad, deberán mejorar sus prácticas de construcción de relaciones de largo plazo, apostando genuinamente por generar confianza, la transparencia y el beneficio compartido. En otras palabras, si no están en la mesa, inevitablemente se convertirán en parte del menú de decisiones tomadas sin su voz y participación.

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