El negocio de la minería del cobre convirtió a la ciudad de Antofagasta en un importante polo económico de Chile, con grandes perspectivas de inversión y un comercio dinámico, pero la caída en el precio del metal la ha golpeado fuerte.
El súperciclo del precio del cobre, entre 2001 y 2011 -cuando el precio del metal se elevó por sobre los cuatro dólares la libra- atrajo a las más importantes mineras del mundo hasta la región de Antofagasta, en pleno desierto de Atacama, donde se concentra el 54% de la producción total de cobre de Chile, su mayor productor mundial.
El cobre convirtió a esta región en uno de los polos de desarrollo del norte chileno, y a la minería, en uno de los sectores más codiciados para trabajar.
Un trabajador promedio del sector gana un 68% más que la media del país (unos 900 dólares), además de bonos por producción, salud y educación.
“La minería en Antofagasta permitió que ese ingreso por minero se transforme en un consumo que se vio principalmente en sectores como el inmobiliario, comercio y vehicular”, dijo a la AFP Ricardo Zapata, gerente de la Cámara de Comercio de Antofagasta.
En medio del boom de los precios del cobre, que llegó a duplicar su actual valor, en 2013 los trabajadores de la mina Escondida, la mayor productora privada de cobre del mundo, con un 5% de la oferta total, recibieron un bono récord en la industria por 30.000 dólares tras el fin de un proceso de negociación colectiva.
Se abrieron grandes centros comerciales, las agencias de viajes ofrecían tours paradisíacos a los mineros, mientras que las ventas de vehículos se disparaban, principalmente camionetas y vagonetas.
Sin embargo, arrastrado por el descenso en el consumo de China -el principal comprador mundial del metal- y la desaceleración de las principales economías, su precio se derrumbó -llegando a menos de los dos dólares por libra- y con ello llegó a su fin el llamado ‘boom del cobre’, resintiendo duramente a la industria minera y el comercio de la región.
En este escenario, unos 2.500 trabajadores de Escondida iniciaron hace dos semanas una huelga para mantener sus actuales beneficios y recibir un bono de casi 40.000 dólares.
A la espera de la resolución de un conflicto que se anticipa largo, por la negativa de la empresa a ceder en medio de planes de contención de costos, el comercio de la cuidad se mantiene en vilo y ruega por una solución.
“El comercio está casi detenido. La percepción es que no hay grandes gastos y la gente está bastante preocupada por si sus empleos van a continuar o no”, aseveró Ricardo Zapata.
Un hoyo en los bolsillos
En los últimos dos años, golpeada por el descenso en el precio del cobre, la industria minera despidió a unos 20.000 trabajadores, asentados en su mayoría en la región de Antofagasta.
La huida de mineros produjo un desequilibrio en el comercio de esta ciudad de 500.000 habitantes, la segunda más cara del país detrás de la capital, Santiago.
“Los despidos de los mineros dejaron un enorme hoyo en nuestros bolsillos y lo peor de todo es que la ciudad sigue igual de cara”, se quejó Héctor Acevedo, vendedor de una tienda de vehículos.
Muchos proyectos inmobiliarios quedaron suspendidos, mientras que las ofertas desaparecieron de las vidrieras de las distribuidoras de vehículos, que ahora se quejan por la caída en las ventas.
Con servicios en promedio un 30% más caros que en el resto del país, la deuda promedio por habitante en Antofagasta supera los 2.000 dólares, convirtiéndola en la ciudad más endeudada de Chile, según un estudio de la Universidad San Sebastián.
El desempleo, en tanto, llegó a 8,8%, su nivel más alto en seis años, mientras que las ventas en supermercados cayeron 1%, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas. En diciembre, los permisos para construir cayeron un 76%.