En un escenario donde la ciencia ha sido históricamente dominada por hombres, voces como la de Nergis Mavalvala —decana de la Escuela de Ciencias del MIT— emergen con fuerza, desafiando estereotipos, derribando barreras y sembrando inspiración. Su trayectoria, narrada en el evento “Mujeres STEM que inspiran“, organizado por la UTEC, revela una historia de superación para todas las mujeres.
Mavalvala comenzó su relato recordando sus orígenes en Karachi, Pakistán. Nacida en una familia donde sus padres no cursaron estudios universitarios, su camino hacia una carrera científica de alto nivel no era evidente. Sin embargo, la constante fue el apoyo incondicional a su educación. “Mis padres estaban muy comprometidos con mi educación”, explicó, marcando uno de los primeros factores que moldearían su futuro.
En la escuela, la presencia de un profesor de química, a quien describió como “aventurero” y proveniente del activismo estudiantil en Sri Lanka, marcó un hito en su vida. Esta experiencia fue crucial: el aprendizaje experimental y la libertad de explorar el laboratorio sentaron las bases de su amor por la ciencia.
El siguiente paso llegó en la universidad, cuando Mavalvala ingresó por primera vez a un laboratorio de investigación. “Por primera vez, pude hacer preguntas a las que nadie conocía la respuesta. Eso fue lo que más me encantó”. Esa fascinación por lo desconocido y el trabajo práctico la impulsaron hacia una carrera científica con enfoque experimental, campo en el que más tarde haría contribuciones fundamentales en la detección de ondas gravitacionales.
Sin embargo, su camino no estuvo libre de obstáculos. Como mujer en Física —una de las disciplinas STEM con menor representación femenina— Mavalvala enfrentó un entorno predominantemente masculino. “Cuando fui estudiante de posgrado, yo era la única mujer en mi grupo”, recordó. Más tarde, ya como profesora en el MIT, se encontró con un nuevo reto: atraer estudiantes mujeres a su laboratorio. “Y ninguna venía. Pensaba: ‘Un momento, soy una mujer, ¿Por qué no vendrían?’”.
El cambio comenzó cuando llegaron las primeras dos. Esa “masa crítica”, como la llama, marcó un punto de inflexión. Hoy, su grupo de investigación cuenta con una mayoría femenina, duplicando ampliamente el promedio del 20% de mujeres en programas de doctorado en física. Este avance no solo es un triunfo personal, sino un símbolo de que el cambio es posible cuando se trabaja con intención y compromiso.
Mavalvala no solo expone su historia; ofrece consejos valiosos a las nuevas generaciones. Uno de ellos es esencial para cualquiera que inicie un nuevo camino profesional: “Cada vez que entres en una nueva organización, pregúntate: ¿Este será un buen lugar para mí?”. Evaluar si un entorno respeta y acoge identidades diversas —sean de género, raza u orientación— es clave para prosperar.
Durante su intervención, también llamó la atención sobre la ausencia histórica de mujeres en los reconocimientos científicos más prestigiosos. “El Premio Nobel fue para los padres fundadores, pero si hubiera una próxima generación, serían las mujeres”. Con esta frase, resumió no solo una crítica al sesgo institucional, sino una visión optimista del futuro. Un futuro que, según ella, ya se está construyendo.
Mavalvala cierra su intervención con una invitación poderosa: “Las cosas están cambiando, y ustedes van a ser parte de ese cambio. Espero que se sientan con energía para asumirlo”. En una época en la que los modelos a seguir son fundamentales para las niñas y jóvenes interesadas en la ciencia, historias como la suya son faros de posibilidad. No solo inspiran, sino que abren camino.
En definitiva, el testimonio de Nergis Mavalvala es una muestra viva de cómo la pasión, la curiosidad y el apoyo adecuado pueden transformar vidas, instituciones y disciplinas enteras. Desde un laboratorio escolar en Karachi hasta liderar una de las facultades científicas más prestigiosas del mundo, su viaje encarna el verdadero poder de la representación y el compromiso con la equidad en la ciencia.