Susana Margarita Petrick Casagrande es presidenta del Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN). Gracias a su gestión en las próximas semanas, el reactor nuclear RP10 desarrollará neutrografías, un tipo de radiografía que traspasa cuerpos metálicos y sirve para analizar piezas de motores de grandes maquinarias. Esta aplicación servirá a las grandes industrias.
De esta manera empieza una etapa de crecimiento del IPEN pues pondrá el potencial del reactor al 100 por ciento, afirma la funcionaria.
Petrick Casagrande nació al comienzo de los años 60, tiempos en los que no era común motivar a las niñas hacia el gusto por las ciencias ni el ejercicio de su libre albedrío. Sus padres fueron originales, lo reconoce ella quien eligió la carrera de Física y no la de Ingeniería Electrónica que su progenitor había pensado para su futuro.
Desde la presidencia del IPEN, puede realizar diversas funciones, como la de regular la explotación de uranio para evitar problemas ambientales, incentivar la capacitación de profesionales que se especialicen en el uso de energía nuclear y proponer el desarrollo de investigaciones en la institución.
Sin embargo, lo más importante que ha hecho esta mujer científica por la institución que ahora dirige es haber logrado que el reactor nuclear, el RP10, que justamente creó el IPEN hace tres décadas, recargue su combustible. Algo sencillo de hacer, pero que otras gestiones no lo realizaron.
“El reactor nuclear, que empezó a funcionar en 1988, solo tuvo una primera y única carga de combustible. Se disminuyó su uso a tal punto que duró 30 años. Esto generó una subutilización. Una instalación que debió florecer, se fue quedando y sus actividades se redujeron a lo fundamental: elaborar radioisótopos para curar enfermedades”, comentó.
El gran problema, recordó Petrick Casagrande, profesora principal de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), de licencia para asumir a tiempo completo la presidencia del IPEN, es que el presupuesto institucional se congeló en el 2000, y no era una prioridad comprar combustible para recargar el reactor. Es la primera vez que se hace.
Opción de vida
Susana Margarita era la única alumna en la escuela que visitaba el laboratorio para limpiar los tubos de ensayo, y en su casa, recuerda, disfrutaba del jardín, de sentir la tierra entre sus dedos, o de visitar la casa de la abuela, que estaba al lado de la suya, para observarla cómo sacaba las cebollas que cultivaba y las agregaba al aderezo del almuerzo familiar.
La observación era una manera de vivir como hasta hoy. Gracias a ello, elaboró una lista de problemas por resolver. La recarga de combustible, compuesto de uranio y aluminio, era uno de ellos. El RP10 potenciará sus atributos, cuenta. En las próximas semanas empezará a elaborar neutrografías.
“Es un tipo de radiografía que puede ingresar en cuerpos metálicos masivos, es decir, en piezas de motores de grandes maquinarias para revisar si tienen fallas. También empezará a producir fuentes radiactivas para la industria médica y la agricultura”.
Radiación nuclear
Su preocupación, sin embargo, es que exista la creencia en algunas personas de que la energía nuclear es mala o puede hacer daño. “Más contamina la energía de los combustibles fósiles; la energía nuclear, en cambio, genera electricidad limpia”, dice.
Hija de un fabricante de transmisores de radio, Petrick Casagrande sostiene que la energía nuclear puede cambiar la vida de los agricultores de nuestro país si se usa para conocer cómo circula el agua subterránea, realizar estudios de suelos y mejorar los cultivos.
“El agricultor peruano puede tener una vida digna, tierra fértil y una producción adecuada”.
Fuente: Andina