energía renovable

La inversión mundial en el sector de la energía va a seguir al alza por segundo año consecutivo en 2022, con un incremento del 8 % hasta 2,4 billones de dólares, y alrededor del 60 % de esa cantidad se va a dedicar a energías limpias, que aportan casi tres cuartas partes del incremento.

Esta es la perspectiva que traza la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que en su informe anual sobre inversiones publicado este miércoles puntualiza que esa tendencia, “aunque alentadora, está todavía lejos de lo que sería necesario” para poder afrontar la crisis actual y sentar las bases para un mundo más sostenible y seguro.

“La única solución posible es un tirón masivo de la inversión para acelerar la transición a las energías limpias”, señala su director ejecutivo, Fatih Birol, en un comunicado.

Birol añade: “Esas inversiones están aumentando, pero necesitamos un incremento mucho más rápido para reducir la presión sobre los consumidores por los altos precios de los carburantes para que nuestros sistemas energéticos sean más seguros y que el mundo pueda cumplir los objetivos climáticos”.

De esos 2,4 billones de dólares de inversión, 1,4 billones corresponden a lo que la agencia denomina “energías limpias”, que cubren esencialmente las renovables, la eficiencia energética, las redes y capacidades de almacenamiento o los vehículos eléctricos.

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Pero también entran en ese paquete la energía nuclear, los combustibles de “bajas emisiones” y las técnicas de captura y almacenamiento de carbono (CCUS, en sus siglas en inglés).

LA PROGRESIÓN DE LAS ENERGÍAS LIMPIAS SE HA MULTIPLICADO

El ritmo de progresión de la inversión en esas “energías limpias”, que fue únicamente del 2 % anual desde la firma en 2015 de los Acuerdos de París sobre el cambio climático y hasta 2020, ha pasado a partir de ese año de recesión económica por la crisis del coronavirus a un ascenso anual del 12 %.

En 2021, una buena parte del dinero dedicado a esas partidas se puso en China (380.000 millones de dólares), en la Unión Europea (260.000 millones) y en Estados Unidos (215.000 millones).

El contrapunto es que, al margen de China y de algunos brotes verdes aislados como el sector de la producción solar en India, la inversión en “energías limpias” en las economías emergentes y en los países en desarrollo se mantiene estancada a los niveles de 2015.

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Es decir, que no hay progresos desde que se firmaron a finales de ese año los Acuerdos de París para contener el calentamiento global.

Eso se explica por los escasos fondos públicos para la recuperación sostenible, por la debilidad de las políticas incitativas, por las nubes que amenazan las perspectivas económicas y por la subida de los tipos de interés que dificulta el acceso al crédito.

CHINA SIGUE CONSTRUYENDO CENTRALES DE CARBÓN PARA SU MERCADO

Otro elemento preocupante destacado por la AIE, que puede tener que ver en parte con lo anterior, es que el pasado año se dedicó un 10 % más para desarrollar la oferta de carbón, sobre todo en economías emergentes de Asia, y que esa misma tendencia se apunta para 2022.

Y es que aunque China ha decidido dejar de construir nuevas centrales de carbón en el extranjero, en el interior del país hay una cantidad significativa de nuevas capacidades que están entrando en funcionamiento y que son susceptibles de generar emisiones de dióxido de carbono (CO2, el principal causante del calentamiento global) durante décadas.

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Pese al incremento de las inversiones en el petróleo, el carbón, el gas y otros combustibles de bajas emisiones de carbono, en términos agregados siguen estando por debajo de los niveles de 2019, antes de la pandemia.

Y eso que la escalada del precio de esos combustibles, agravada desde la invasión rusa de Ucrania, está llenando las cajas de los productores de gas y petróleo, hasta el punto de que este año van a duplicar sus ingresos hasta un nivel récord de 4 billones de dólares.

Otra consecuencia de la espiral inflacionista es que casi la mitad de los 200.000 millones de dólares que se van a añadir este año a la inversión en energía se la va a comer el incremento de costos y no va a redundar en un aumento de la oferta energética o del ahorro.

A modo de ejemplo, el precio de los paneles solares o de las turbinas eólicas, que llevaban años a la baja, han subido entre un 10 % y un 20 % desde 2020.

Fuente: Agencia EFE