Durante la Cumbre Ministerial del Agua de América Latina y el Caribe, se llevó a cabo la conferencia magistral titulada “Transición energética y gestión hídrica: desafíos compartidos”, presentada por Cecilia Rabitsch, vicepresidenta de Asuntos Sociales, Ambientales y Sostenibilidad de Engie Perú. El evento subrayó la necesidad urgente de coordinar acciones regionales para enfrentar los desafíos climáticos vinculados al agua y la energía.
América Latina posee cerca del 30% del agua dulce mundial. Sin embargo, su distribución es desigual y enfrenta amenazas crecientes por actividades como la deforestación, la urbanización no planificada, la agricultura intensiva y la minería ilegal. Este desequilibrio se agrava con el cambio climático, generando presión sobre los ecosistemas y los medios de vida de millones de personas.
Impactos del cambio climático
El calentamiento global —que ha alcanzado los 1.1°C respecto al período preindustrial— ya ha provocado efectos como la reducción de glaciares, sequías severas, inundaciones y olas de calor. Los Andes tropicales, por ejemplo, han perdido más del 40% de su masa glaciar desde 1970, afectando directamente el suministro de agua en las ciudades.
Estos fenómenos extremos aumentan la variabilidad del recurso hídrico, afectan la producción agrícola, reducen la biodiversidad y generan riesgos sanitarios en toda la región.
Transición energética con responsabilidad hídrica
Latinoamérica tiene un gran potencial en energías renovables como la solar, eólica e hidroeléctrica. No obstante, la transición energética debe planificarse con una visión sostenible, integrando criterios de inclusión social, impacto ambiental y gestión eficiente del agua.
Rabitsch presentó el concepto del trinomio energético, que combina:
- Seguridad del suministro: continuidad operacional sin interrupciones.
- Eficiencia económica: generación de energía al menor costo posible.
- Compromiso ambiental: descarbonización, gestión climática basada en riesgos y preservación de la biodiversidad.
Cuencas hidrográficas como unidad de gestión
La experta explicó que el enfoque de gestión por cuenca hidrográfica es clave para proteger los ecosistemas y planificar el uso del agua de manera integrada. Las acciones en la parte alta de una cuenca, como la deforestación o la agricultura intensiva, afectan directamente la salud ambiental aguas abajo.
Se destacó la importancia de los ecosistemas altoandinos, humedales y bosques húmedos, los cuales brindan servicios ecosistémicos vitales como regulación hídrica, captura de carbono, provisión de alimentos y biodiversidad.
Herramientas y estrategias para la acción
Rabitsch propuso un conjunto de herramientas que permitan enfrentar los desafíos de manera efectiva:
- Financiamiento climático sostenible, como los Sustainability Linked Loans y bonos verdes.
- Indicadores de monitoreo, recomendados por el IPCC: estrés hídrico, cobertura forestal, emisiones asociadas.
- Alianzas multiactor, entre gobiernos, empresas, academia y sociedad civil.
Estas estrategias deben ser parte de una planificación integrada agua-energía, con enfoque territorial y resiliente frente al cambio climático.
Recomendaciones clave
- Planificación integrada del nexo agua-energía.
- Financiamiento climático con enfoque territorial.
- Restauración de ecosistemas prioritarios.
- Incorporar indicadores de biodiversidad y resiliencia.
- Fortalecer la gobernanza multinivel e inclusiva.
- Promover la participación comunitaria y local.
- Monitoreo y evaluación adaptativa de políticas.
Una oportunidad para liderar
Latinoamérica está ante una oportunidad única para liderar un modelo global de desarrollo bajo en carbono, resiliente y justo. La conservación de cuencas, la educación ambiental y la gobernanza del agua deben convertirse en pilares de cualquier política pública en la región.
“Invertir en nuestras cuencas es invertir en el futuro de nuestras sociedades”, concluyó Rabitsch, subrayando la urgencia de actuar con visión ecosistémica y colaboración regional.
Sobre el evento
La Cumbre Ministerial del Agua de América Latina y el Caribe fue organizada por la presidencia del Foro, con el apoyo de la Oficina para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Su objetivo es promover el diálogo, la cooperación técnica y la integración de soluciones que aborden la creciente presión sobre el agua y promuevan una gestión sostenible del recurso hídrico en la región.