El proyecto argentífero más grande del Perú ingresa a su recta final. Tiene a su favor la licencia social y en contra el menor precio de la plata

Mientras el tiempo se agota para Tía María – su EIA expira en unos días – otras inversiones mineras juegan sus propias definiciones. Es el caso de Corani (Puno), el segundo proyecto más esperado del 2019. A diferencia de Tía María, se trata de una inversión que tiene en orden todos sus permisos, incluyendo la licencia de construcción y, no menos importante, la licencia social.

Su problema es la restricción de capital: US$585 millones, que su operador, la minera junior Bear Creek, no espera conseguir ya en el transcurso de este año sino en el siguiente. “De no existir complicaciones, se iniciaría la construcción en el primer semestre del 2020”, ha señalado Andres Franco, gerente de asuntos corporativos.

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EXPECTATIVA SOCIAL

Para demostrar que va en serio con el desarrollo de Corani, la canadiense ha iniciado obras tempranas: accesos y una subestación eléctrica que “ayudará a que las comunidades de Chacaconiza y Quelcaya sientan con más fuerza el progreso de la inversión”.

La intención es clara: tranquilizar a la población en sus expectativas de desarrollo económico, pues las dilaciones habrían motivado cierto descontento.

De hecho, semanas atrás circuló con fuerza el rumor de que la empresa había iniciado la restructuración de su área de relaciones comunitarias a fin de reducir gastos. Algo que esta niega.

“Hace tres meses nos mudamos a una oficina tres veces más grande y estamos incrementado personal, así que es muy poco probable que desbaratemos nuestro departamento comunitario”, señala Franco.

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La canadiense estima invertir cerca de US$20 millones en obras tempranas, una tarea que está en capacidad de financiar gracias a los US$32 millones que recibió del estado peruano por la expropiación de Santa Ana, su otro proyecto en Puno (hoy en manos de Ingemmet).

Su desafío es obtener el capital para las obras mayores antes de mediados del 2020.

EL DESAFÍO DE LA PLATA

“Si bien Bear Creek tiene Corani en la puerta del horno, el mayor reto es conseguir el financiamiento”, anota Ricardo Carrión, gerente de capitales de Kallpa Securities. Se trata de un arduo objetivo, debido a la coyuntura global adversa para el levantamiento de capitales.

“No es sencillo levantar esa cantidad, porque si bien puede haber grupos inversores dispuestos a generar deuda, eso tiene que ir acompañado de equity, que no existe en el mercado”, añade Carrión.

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A ello se añade el hecho de que Corani es un proyecto de plata, metal que en los últimos años no ha consegudo levantar cabeza, a diferencia de otros como el cobre, el oro y el zinc.

Para equilibrar la balanza, la minera junior ha emprendido un estudio de optimización con miras a recortar la inversión y hacer que el proyecto sea más asequible para el sector financiero.

Ello podría significar reducir sus dimensiones (tal cual está diseñado sería la séptima mayor mina argentífera del mundo). En opinión de Bear Creek, hay espacio para muchos ahorros, tanto en el apartado tecnológico como en el plan de minado. Lo que no habría, sin embargo, es mucho tiempo.

“La solución no debe tardar más allá del 2020 porque, de lo contarrio, ingresaríamos a la etapa electoral (elecciones presidenciales) donde suele haber un ambiente volátil y el dinero se restringe hasta que pase el temblor”, apunta Carrión.

Fuente: El Comercio