Hillary Clinton se lleva el primer debate pese a los embates de Trump
De cara a los comicios del próximo 8 de noviembre y en medio de una gran expectativa se llevó a cabo uno de los debates presidenciales más esperados en la historia de Estados Unidos.
El primero entre los candidatos a la Casa Blanca, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, mostró la oposición frontal entre ambos, con una hora y media de ataques directos sin contemplaciones en economía, cuestiones raciales, política comercial y exterior.
El primero –de tres pactados– entre la aspirante demócrata, Hillary Clinton, y su rival republicano, Donald Trump, en la Universidad de Hofstra (Nueva York). El evento fue moderado por el presentador de la cadena televisiva NBC Lester Holt.
Además de Hillary Clinton y Donald Trump, muchos estadounidenses estaban observando cómo se desempeñaría el moderador.
El asunto más polémico sería el grado en que podrá encarar a un candidato cuando hiciera declaraciones falsas.
Hillary adelanta golpe
Clinton preguntó: “¿Cómo estás, Donald?”, cuando subían al estrado. Clinton tomó la primera pregunta del moderador Lester Holt, que fue acerca de su plan para crear mejores empleos para los estadounidenses.
La aspirante demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, acusó a su rival republicano, Donald Trump, de ser uno de los magnates inmobiliarios que se beneficiaron de la crisis económica que azotó el país en 2008.
“Donald fue uno de los que se aprovechó de la crisis inmobiliaria”, aseguró la ex secretaria de Estado.
Reiteró que una de las razones fundamentales por las que tuvo lugar aquella crisis, “la peor desde la Gran Depresión”, recordó, fue a causa de un sistema impositivo como el que quiere promover el magnate, centrado en recortar los impuestos a los más ricos.
La aspirante demócrata a la Casa Blanca abogó por crear “una economía para todos” y destacó que para ello piensa hacer “que los más ricos paguen su parte justa”.
Pero Clinton logró ponerle a Trump a la defensiva al cuestionar sus credenciales como empresario, acusarle de racismo y poner en duda su temperamento para ser comandante en jefe.
Clinton aseguró que hay que “repartir los beneficios de las empresas, no solo para sus altos ejecutivos” y destacó que “la cuestión central de estas elecciones es qué tipo de país” será EE.UU. en el futuro.
La ex secretaria de Estado insistió en que trabajará para lograr el pago igualitario entre hombres y mujeres, la baja de paternidad pagada y el acceso universitario libre de deudas.
Asedio constante
Trump tuvo que enfrentarse a un continuo ataque de Clinton por la falsedad de muchas de sus afirmaciones. Uno de los momentos más intensos ocurrió cuando la candidata demócrata insinuó que el republicano mantiene ocultas sus declaraciones de hacienda porque esconde que es menos rico de lo que dice, que no da dinero a la filantropía, que no paga impuestos o que cuenta entre sus deudores a extranjeros que le condicionarían si llegase a la Casa Blanca.
“Todo son palabras…”, replicó varias veces Trump al retratar a Clinton como una política tradicional, poco fiable y eficaz.
A la pregunta de por qué durante años difundió la “mentira racista”, en palabras de Clinton, sobre el certificado de nacimiento de Barack Obama, Trump replicó con una confusa explicación que atribuía el cuestionamiento de la nacionalidad del presidente a colaboradores de Clinton.
“Donald”, dijo Clinton en uno de los intercambios más vivos, “sé que vives en tu propia realidad”.
Ella le llamaba a él Donald. Él alternó entre “secretaria Clinton” y “Hillary”. Él aparecía crispado y serio; ella, con una sonrisa condescendiente, como si su oponente fuese un niño travieso y ella su madre o profesora.
Trump la devolvió
El republicano, que se dedicó a realizar intempestivas interrupciones, criticó el acuerdo de libre comercio con Canadá y México (TLCAN o NAFTA, en inglés), firmado en la década de 1990 bajo la presidencia del marido de Hillary, Bill Clinton, al calificarlo del “más desastroso de la historia” y responsable de la fuga “de miles” de puestos de trabajo de EE.UU.
“Tenemos que impedir que las empresas dejen (Estados Unidos)”, afirmó Trump, quien reiteró su propuesta de gravar con impuestos a las compañías que se trasladen desde Estados Unidos a otros países, entre las que citó a China y México, y luego pretendan vender sus productos en territorio estadounidense.
“Hay dos palabras que Clinton no quiere usar, que son ley y orden”, recalcó el republicano.
No hubo circo
Un argumento recurrente de Trump fue que Clinton lleva treinta años en política y ha fracasado; que su experiencia como hombre de negocios y novato en la política le permitirá resolver los problemas de EE UU; que la política exterior de Clinton fue lo que propició el ascenso del Estado Islámico. El republicano avanzó cuando expuso su discurso proteccionista en defensa de la clase obrera, de tribuno de los trabajadores desamparados ante el vendaval de la globalización, el cierre de fábricas y su traslado a países como México, que citó varias veces.
Tan llamativo fue lo que dijo como lo que calló. Apenas habló de inmigración, uno de sus temas estrella. Tampoco lanzó ningún insulto improvisado. No hubo un circoTrump.
Obama en su rutina
El presidente de EE.UU., Barack Obama, pasó la tarde del debate trabajando en la Casa Blanca, como de costumbre, pero esta vez con el encuentro Clinton-Trump “de fondo” en la televisión, de acuerdo con su portavoz.
Como cualquier otra tarde de lunes en la residencia presidencial, Obama estaría “trabajando con la televisión encendida de fondo”, detalló el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, en su rueda de prensa diaria.
El mundo vio durante noventa minutos el contraste entre dos Estados Unidos, dos candidatos que provocan más rechazo que adhesión, pero ambos, al día de hoy, con opciones a la Casa Blanca.
Trump no pega
Ramiro Escobar
Al comienzo del debate, Donald Trump comenzó con cierto ímpetu y trató de encimar a Hillary Clinton. La sobriedad habitual de Hillary Clinton parecía que iba a jugarle en contra, pero pronto recuperó aliento y comenzó a criticar puntualmente al díscolo magnate.
Desde ese momento pareció percibirse algo que es palpable desde que el inesperado candidato republicano entró en campaña: que no tiene calle política, que su notoria inexperiencia de Estado se hace evidente cuando tiene que dejar el traje de showman.
Sin embargo, su discurso vitriólico, exhibido en el encuentro, puede seguir generando atractivo. Critica el NAFTA, dice que el país ha perdido empleos, que las empresas se van a otro país. Sin pudor alguno, se exhibe como un nacionalista, o ultranacionalista, rampante.
Aun así, mostró poco de medidas de Estado en el debate. Su verbo está más lleno de críticas que de propuestas, como es obvio. Es como una tromba de ataques, cuando no de insultos, pero fue incapaz de reconocer una acusación concreta de estafas.
¿Cuánto va a definir este primer match? Faltan todavía tres debates, uno de vicepresidentes, y dos más de Clinton y Trump. Si Hillary pisa fuerte en propuestas y deja claro que no se necesita solo verbo y lisura, sino programas, el pelo se le puede caer a su adversario.
No será fácil, sin embargo. Las encuestas más recientes han achicado la distancia entre ambos y, como ocurre en casi todo el mundo, el electorado no es tan racional, se puede dejar conmover por ese discurso tan falto de sustancia. La lucha continúa.
La República