apagón del 28 de abril

Pero antes de entrar en valoraciones, conviene entender bien cómo funciona realmente una red eléctrica y qué condiciones debe cumplir para no colapsar ante una perturbación.

¿Cómo funciona una red eléctrica?

Para entender el sistema eléctrico, hay que entender que la electricidad no se almacena a gran escala. Lo que se produce debe consumirse al instante. En otras palabras, todo lo que encendemos (una luz, la nevera, un tren, un hospital…) tiene que estar siendo producido en ese mismo momento. Esto obliga a que el sistema eléctrico esté en perfecto equilibrio entre oferta y demanda en todo momento. Ese equilibrio se controla a través de una magnitud técnica fundamental: la frecuencia. Y no es especialmente complejo, aunque pueda parecerlo, la oferta debería ser muy predecible y la demanda lo es.

Entonces, ¿qué es la frecuencia? La frecuencia en Europa es de 50 Hz (hercios). Es como el ritmo interno del corazón eléctrico del país. Si la generación de electricidad es mayor que la demanda, la frecuencia sube. Si hay más consumo del que se puede producir, la frecuencia baja. Todo el sistema eléctrico (España, Francia, Alemania…) está conectado y funciona con el mismo ritmo, esos 50 Hz. Cuando esa frecuencia se desvía, aunque sea unas décimas, empiezan los problemas: los equipos eléctricos funcionan mal, y si se sale de ciertos límites, entran en juego mecanismos automáticos que desconectan zonas enteras para evitar daños mayores. Así se produce un apagón.

Vale, el sistema debe ser estable, pero hay dos conceptos que también son relevantes, la sincronía y la inercia.
La sincronía significa que todas las fuentes de electricidad que están funcionando deben generar electricidad exactamente al mismo ritmo y en fase entre sí. No es solo que todas estén a 50 Hz, sino que estén perfectamente coordinadas. Es, y perdonadme el símil, como una sinfonía que tiene que estar tocando en ese momento un La menor. Como haya un violín que esté en un Do sostenido, aquello no va. Si una central se desvía de ese ritmo —porque falla, o porque no responde a tiempo, o porque produce electricidad-, puede provocar un desajuste que afecte a toda la red.

Así que: para que el sistema funcione, todas las centrales que estén activas deben estar sincronizadas, estables y en equilibrio constante con el consumo.

El siguiente concepto de inercia lo voy a explicar ahora, hablando de qué se necesita para que el sistema sea estable. Y para que la red no se venga abajo ante cualquier cambio (un aumento de consumo, una nube que tape el sol, una caída de una línea…), necesita tres cosas:

1. Respuesta rápida
Es la capacidad de adaptar la generación eléctrica de forma inmediata. Suponte que, de repente, sube la demanda porque empieza un partido de fútbol y millones de personas encienden la televisión. El sistema necesita centrales que puedan subir su producción en cuestión de segundos o minutos. Pero no todas las centrales tienen esta capacidad de respuesta. Las centrales que tienen esta capacidad son:
•    Centrales de ciclo combinado (gas natural): se pueden encender o modular muy rápido.
•    Centrales hidroeléctricas: pueden liberar agua de un embalse y generar electricidad casi al instante.
•    Bombeo hidráulico: si ya se había almacenado energía en altura, puede soltarse rápidamente para generar electricidad.
Las que no tienen respuesta rápida:
•    Centrales nucleares: son muy estables, pero tardan mucho en arrancar o parar.
•    Plantas solares y eólicas: no pueden activarse a demanda; dependen del sol y del viento.
Y aquí es en donde entra en juego el concepto de inercia. El segundo punto para entender cómo un sistema puede ser estable.

2. Inercia eléctrica
La inercia es la que mantiene la frecuencia estable ante pequeños sobresaltos (los famosos picos). Las centrales tradicionales (como las de gas o nuclear) tienen turbinas que giran constantemente a 3.000 revoluciones por minuto. Esa masa giratoria, cuando hay una perturbación, actúa como un volante de inercia: resiste el cambio y le da al sistema unos segundos de margen para reaccionar. He escuchado dos ejemplos que pueden ayudar. El primero es de la bici: si vas rápido, puedes pasar por un bache sin caerte gracias a la inercia. Si vas muy despacio, ese mismo bache te puede tirar. Y el de la piscina. Si tienes una piscina muy ancha, cuadrar el nivel del agua con la oferta (el agua que entra) y demanda (el agua que sale) de energía es sencillo. Ahora bien, si es en un tubo de ensayo, cualquier caída o subida de la oferta o la demanda hace que el nivel cambie, es decir, que el sistema se desestabilice y caiga. Como antes, hay centrales que aportan inercia y otra que no. Las que aportan inercia son la nuclear (lógicamente), las centrales térmicas, y las hidroeléctricas. Pero, como sucede en el caso de las centrales de respuesta rápida, la eólica y la solar, no pueden ofrecer esta inercia.

3. Previsibilidad
En tercer lugar, una red eléctrica necesita saber cuánta electricidad va a haber dentro de 5 minutos. Las centrales nucleares, por ejemplo, generan siempre lo mismo: son perfectamente predecibles. El gas y el agua se pueden planificar. Pero las renovables dependen del tiempo, y no se puede saber con exactitud cuándo habrá una nube que reduzca la producción solar un 40 % de golpe.

Entonces, qué ocurrió el 28 de abril? A las 12:30h, justo en el momento del apagón, el sistema eléctrico español estaba compuesto así:

El gran apagón del 28 de abril, una red eléctrica demasiado verde
El gran apagón del 28 de abril, una red eléctrica demasiado verde

Fuente: Red Eléctrica

Fotovoltaica: 53,34 %; solar térmica: 4,43 %; eólica: 10,76 %; y térmica renovable: 1,11 %. Es decir, casi el 70 % provenía de tecnologías sin inercia, sin previsibilidad y sin capacidad de respuesta rápida. Mientras tanto, tecnologías que sí aportan esas características estaban muy por debajo: ciclo combinado (respuesta rápida): 4,82 %; hidráulica (respuesta rápida + inercia): 9,36 %; nuclear (estable + inercia): 10,02 %. Creo que no hay más que explicar…
Además, España exportaba energía a Francia, y una parte se estaba utilizando para bombear agua, es decir, no para cubrir la demanda en tiempo real. Si a eso le sumamos una perturbación aún por identificar (quizá una línea que falló, o un descenso inesperado de generación solar), el sistema ya no tenía margen. La frecuencia se desvió y colapsó. No fue casual, es un fallo monumental de la estructura de generación.

Lo preocupante de esto es que puede suceder mañana otra vez. Ya Red Eléctrica cambió ayer el uso de la combinación de las energías para evitar que sucediera, reduciendo mucho la estructura de generación de solar fotovoltaica (a menos de la mitad), o multiplicando por 5 la generación de hidráulica. De todos modos, ellos mismos lo había advertido en su memoria anual de 2024, en la página 112 de las cuentas auditadas:

“Pérdida de prestaciones de generación firme asociada al cierre de centrales de generación convencional (carbón, ciclo combinado, nuclear):
El cierre de centrales de generación convencional como las de carbón, ciclo combinado y nuclear (consecuencia de requisitos regulatorios), implica una reducción de la potencia firme y las capacidades de balance del sistema eléctrico, así como su fortaleza e inercia.
Esto podría aumentar el riesgo de incidentes operacionales que puedan afectar el suministro y la reputación de la empresa. Esta incidencia supone un riesgo, con un horizonte temporal a corto y medio plazo. El riesgo se ubica en las actividades propias y de los clientes y usuarios”.

Es decir: sabían que la red era más débil por el cierre de las nucleares y el mayor uso de las renovables, pero los cierres de centrales tradicionales siguieron adelante y el mayor uso de las renovable también. Se ha impuesto una agenda ideológica al funcionamiento del sistema. Eso es muy peligroso.

El objetivo de sustituir los combustibles fósiles es el que es. Podremos estar de acuerdo o no. Pero no se puede hacer a costa de la estabilidad. Apostar por renovables sin asegurar respaldo, previsibilidad e inercia es pegarse un tiro en el pie. Y si esto no se soluciona corremos el riesgo de que lo que pasó el 28 de abril no sea un caso aislado, sino la antesala de lo que puede volver a ocurrir si no actuamos con seriedad.

Creo que queda para la reflexión la Agenda 20-30, el euro digital y la exigencia de responsabilidades a quien, sabiendo que esto podía pasar, no hizo lo que debía. El coste de pérdidas ha sido de miles de millones.

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