La genialidad de la marca OPEP+ es que literalmente muestra en positivo algo negativo. La expansión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo a fines del 2016 no se debió a que un grupo de fanáticos clamaba por ingresar al club, sino más bien a que una vieja institución que atravesada por tiempos difíciles buscó nuevos partidarios.
Desde entonces, ha hecho aún mejor lo que la antigua OPEP ya hacía bien: estar acorralada contra la pared. Cuando el COVID-19 golpeó el año pasado, la OPEP+ pidió un alto el fuego a una guerra de precios que apenas había comenzado y redujo la producción.
Aproximadamente un año después, el petróleo ha vuelto a subir a casi US$ 80 el barril, pero el club vuelve a estar descontento. Y es por la misma razón subyacente. Podríamos pensar que la razón es la transición energética, pero es más bien una transición de todo.
La disputa entre Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita (y el resto de la OPEP+, nominalmente) se encuentra un nivel más arriba de lo que respecta a barriles y líneas de base. Emiratos Árabes Unidos sostiene que se merece un objetivo de producción más alto y tampoco quiere extender el acuerdo. Mientras tanto, Arabia Saudita no desea retomar las cuotas y quiere mantener un control firme sobre el mercado del petróleo hasta el 2022.
Pero el cisma es un poco más profundo que eso. Emiratos Árabes Unidos ha estado actuando como si, de alguna manera, previera una fecha de término para la OPEP. Ha invertido mucho en impulsar su capacidad de producción (de ahí la insistencia en una meta de producción mayor). Ha dividido su negocio petrolero en segmentos vendibles, manteniendo el control, pero trayendo efectivo por adelantado. Ha lanzado un nuevo contrato a futuro de referencia para el petróleo que, si tiene éxito, socavaría toda la idea de restricciones de suministros.
En resumen, Emiratos Árabes Unidos se está preparando para un mundo en el que la demanda de petróleo podría alcanzar su punto máximo y en el que a los productores con bajos costos como él les conviene vender la máxima cantidad de barriles, lo más rápido posible.
Un mundo así también diferiría en otros aspectos, sobre todo en términos de los acuerdos de seguridad de Estados Unidos en Medio Oriente. Dado que la relación de Washington con Riad se ha vuelto más ambigua, Emiratos Árabes Unidos se está diferenciando, firmando el Acuerdo de Abraham con Israel, por ejemplo.
Por su parte, Arabia Saudita también ha mostrado que se está preparando para el momento en que se alcance el nivel máximo de demanda, solo que con menos convicción. La OPI de Saudi Arabian Oil Co., o Saudi Aramco, fue lanzada originalmente como preparación para eso. No obstante, fue antes de que se estableciera la realidad de cuánto petróleo impulsa la economía del país y la posición internacional.
Riad está lidiando a su manera con la transición generalizada, mezclando la antigua manipulación del mercado petrolero con esfuerzos para arrebatar el negocio pospetrolero a sus vecinos y aliados nominales como Emiratos Árabes Unidos.
Esto no quiere decir que Emiratos Árabes Unidos tenga la intención de hacer estallar a la OPEP+. Si el grupo puede inyectar una prima a los precios del petróleo, Emiratos Árabes Unidos se beneficia como cualquier otro productor a corto plazo.
Las transiciones son mejores para los dominantes cuando son graduales y todavía parece probable llegar a algún tipo de acuerdo. Pero el enfoque del país se ha diferenciado claramente del de su vecino más grande y puede tener la intención de tener una preponderancia mayor dentro de la OPEP.
A través de sus acciones, Emiratos Árabes Unidos también reconoce implícitamente el peligro que implica un aumento de los precios para la demanda. Las cosas han cambiado desde el 2007, cuando un petrolero ocupaba la Oficina Oval y los vehículos eléctricos eran prácticamente solo prototipos. Y el mercado aparentemente ajustado de hoy es artificial, dado que la OPEP+ mantiene aproximadamente seis millones de barriles por día fuera del mercado.
Mientras tanto, los productores de shale de EE.UU. son escarmentados por la reacción negativa causada por la falta de ganancias de la última década. No obstante, un precio sostenido del petróleo cerca de US$ 80 tras un cónclave simplemente pondrá a prueba la paciencia (y los recursos) de los consumidores, así como la contención del shale.
De esta forma, este rally parece insostenible. En cuanto al club en sí, consideremos que de los cinco fundadores originales de la OPEP, ahora solo Arabia Saudita y Kuwait podrían considerarse productores de petróleo relativamente estables. Los otros tres —Irán, Irak y Venezuela— se encuentran en diversas etapas de avanzada degradación económica. Muchos miembros de la OPEP+ están allí solo para ocupar puestos, ya sea porque son demasiado pequeños o porque no tienen los medios para crecer o incluso mantener la producción.
De hecho, esta última iteración ha sido en gran parte un duopolio entre Arabia Saudita y Rusia, en el que varios representantes de Riad halagan públicamente al Kremlin. La irritación por eso proporciona un estímulo más para que Emiratos Árabes Unidos mire más allá.
La razón más importante es que las viejas certezas que respaldaron a la OPEP (demanda en constante aumento, ciclos de precios prolongados y seguridad de EE.UU. para el comercio y la península arábiga) están disminuyendo. Esa es la principal razón de la existencia de la OPEP+.
Cualquier fuerza que esté empujando a Emiratos Árabes Unidos a dar un paso al costado se está volviendo más fuerte que la que lo mantiene dentro. Esa es una dinámica que tiene consecuencias para todo el grupo.
Fuente: Bloomberg