Perú alberga un potencial hidroenergético de 69 mil megawatts (MW), equivalente a 69 centrales del Mantaro. Sin embargo, solo aprovecha el 4%, debido a la política pública de fomento a otras fuentes de generación eléctrica y a las trabas que obstaculizan el desarrollo de nuevos proyectos, como la ‘tramitología’ y los conflictos con las comunidades.
Esta política tiene sus bemoles. “El problema es que un proyecto de 20 MW puede ubicarse en cualquier cuenca, por ejemplo, en una zona de 300 MW, depredando o desperdiciando los 280 MW restantes”, anota Mile Cacic, gerente general de Luz del Sur.
Su representada intenta desarrollar el proyecto Santa Teresa, de 280 MW, en el río Urubamba (Cusco), pero se halla enfrascada en una controversia con Andean Hydro, que proyecta seis pequeñas centrales hidroeléctricas en la misma zona.
Como este, hay otro caso similar en la cuenca del Huaura (Lima), que enfrenta a las empresas Huaura Power y Energy Power. Pero no son los únicos. Pedro Gamio, ex viceministro de Energía, ha identificado tres casos adicionales, que aún no atraen los reflectores mediáticos.
“El dilema –según Mile Cacic– es que estos ejemplos podrían proliferar si las autoridades no resuelven las controversias existentes inmediatamente”. ¿Qué debe hacer el Estado y a quién debe darle la razón? ¿A las empresas que intentan desarrollar proyectos medianos o las que alientan proyectos de recursos energéticos renovables (RER).
Empresas hidroeléctricas se disputan desarrollo de proyectos
CASCADA DE HIDROS
Álex Salazar, vicepresidente de la Asociación Electrotécnica Peruana, sostiene que las minihidro son la alternativa idónea para atender la creciente demanda eléctrica, pues no requieren estudios de impacto ambiental (EIA) y se construyen más rápido que una central mediana.
“Con las minihidro se puede crecer modularmente, agrupando, por ejemplo, cinco centrales de 20 MW para que se integren en cascada y generen 100 MW de potencia”, explica.
César Butrón, presidente del Comité de Operación Económica del Sistema Interconectado (COES), anota que el inconveniente de este esquema es que las empresas ya no quieren desarrollar centrales medianas, sino su equivalente en hidroeléctricas pequeñas. Así, explica, pueden acceder a los incentivos que el Estado otorga desde el 2008 a los proyectos RER, como es el caso de la prioridad en el despacho de la energía.
“La realidad es que la suma de varias centrales pequeñas (en cascada) compiten con ventaja frente a centrales de 100 MW o más”, subraya Pedro Gamio. Advierte, no obstante, que los casos no son todos iguales.
YARUCAYA VS. EL GALLO
Los inversionistas conocen muy bien que las minihidro son adecuadas para las zonas costeras, con muy poco caudal. “Aquí estos proyectos pueden generar fácilmente 5MW o 15MW, mientras que las centrales medianas requerirán de mayores caudales y estudios, o túneles para poder transportar el recurso hídrico”, explica Salazar.
Es precisamente en una cuenca costera, la del Huaura, donde Corporación Financiera de Inversiones (CFI), casa matriz de Huaura Power, intenta desarrollar su primera minihidro: Yarucaya, de 15 MW. CFI ganó el derecho de construir este proyecto en la tercera subasta RER (2013). Sin embargo, su iniciativa ha sido desafiada por el proyecto Herradura El Gallo, de 125 MW, que Energy Power planea desarrollar en la misma zona.
Esta arguye que su iniciativa requerirá mayor potencia, razón por la cual urge ser priorizada. Huaura Power sostiene, por su lado, que la central Herradura El Gallo solo existe en el papel, pues el cauce que ambas buscan aprovechar no tiene suficiente caudal para alimentar a una central mediana.
“Herradura el Gallo es inviable porque su costo de producción es dos veces superior al precio de la electricidad fijado por Osinergmin. Por si fuera poco, necesitará de un túnel tan largo como el de la central del Mantaro, pero con una producción de energía doce veces menor. Está claro que el proyecto no se construirá, pues el único interés de sus autores es venderlo a terceros”, sostiene Alfonso Bustamante, gerente general de CFI.
Yarucaya cuenta ya con concesión definitiva que la autoriza a operar, mientras que Herradura El Gallo no. Sin embargo, el conflicto persiste. ¿Qué hacer en casos como este?
LA POLÉMICA
César Butrón refiere que en estas situaciones la norma establece que se debe optar por la alternativa que optimiza la producción. “Esto significa que si tres centrales chicas producen más que una grande, deben ir esas tres chicas. Pero si la grande produce más que la suma de las tres chicas, debe ir la grande”.
Advierte, empero, que se debe dar la razón a la empresa que obtuvo el derecho primero, aun si esta no aprovecha óptimamente la cuenca.
Para Gamio, en cambio, no existe una receta única, pues cada caso es diferente. “Lo que corresponde es evaluar cada cuenca con criterio técnico”, indica.
Sin embargo, esta evaluación se demora por inercia del Estado, según advierte Mile Cacic. “Al Minem le corresponde actuar y decir ‘pato o gallareta’; sin embargo, sus funcionarios están en Belén con los pastores”, exclama. En su opinión, la solución es sencilla y pasa por reubicar las minihidro en cuencas con poco potencial para que no depreden las cuencas primarias.
A su entender, esto además mitigará la actividad del mercado informal de venta de permisos, que florece a la sombra del interés en los proyectos RER y la subasta de 1.200 MW de proyectos hidroeléctricos anunciada por el Minem.
“Se ha generado un mercado donde las empresas pequeñas pueden conseguir licencias en menores plazos y lo hacen muy rápido porque tienen contactos en los ministerios. Pero su intención no es construir los proyectos, es venderlos al mejor postor”, denuncia.
Gamio urge sacar adelante el plan nacional de energías renovables, que permitirá identificar el potencial de cada cuenca para destinarla al proyecto que corresponda: una minihidro o a una central mediana. Así, se tendrá una plataforma de información similar al del catastro minero, que evita que casos como estos ocurran.