Vinio Floris, PhD
Profesor y director del Centro de Gestión del Agua y Medio Ambiente – GĚRENS
“Alguien se sienta hoy en la sombra porque algún otro plantó un árbol un tiempo atrás.”
-Warren Buffett, inversionista y filántropo
Larry Fink, el CEO de BlackRock, la empresa de inversión más grande del mundo con activos cercanos a los diez mil millones de dólares, ha venido escribiendo cartas a sus accionistas enfatizando que no puede ver un mundo descarbonizado sin la gran influencia de una apropiada gestión de ESG (por sus siglas en inglés de compromiso ambiental, responsabilidad social y gobierno corporativo). Es más, afirma que en aquellas organizaciones que BlackRock tiene Inversiones (cerca de 5.000) serán marginadas si no tienen un verdadero compromiso con ESG.
Las afirmaciones del señor Fink no son recientes. Los criterios ambientales, sociales y de gobernanza corporativa han sido preceptos fundamentales en variadas organizaciones (incluyendo aquellas con actividades extractivas) por varios años. Lo que si es nuevo es el incorporar el compromiso con la seguridad y salud ocupacional (denotada por una “S” adicional -por ello el S2) dentro de este concepto. Este importante componente convierte a la seguridad no en una prioridad sino algo mucho más importante: un valor central de la organización. Sin duda que esta adición completa el círculo de sostenibilidad y, como estos elementos están intrínsecamente relacionados entre sí, la hace más proactiva (algo primordial en seguridad ocupacional) y eleva sus beneficios a la sociedad en general.
Michael Porter y Mark Kramer desarrollaron el bien conocido concepto de valor compartido que adiciona un trascendental rédito al principio arriba discutido. Éste considera los beneficios de valor económico y social que ocurre al incrementar la competitividad de la organización. El concepto tampoco es nuevo en la industria extractiva y existen variados y muy documentados casos de éxito. La propuesta siempre ha sido poner al centro del modelo al desarrollo comunitario y no necesariamente a la empresa, aunque ésta sea agente activo en su aporte.
Es “como alinear el éxito de la empresa con el éxito de la comunidad” según Porter. La diferencia entre ES2G y valor compartido es que el primero tiene el compromiso de compartir parte del pastel con la comunidad; el segundo simplemente hace el pastel más grande. Este concepto es magníficamente explicado en su libro Crece el pastel – Cómo las grandes empresas entregan propósito y ganancias (“Grow the Pie – How Great Companies Deliver Both Purpose and Profit”) del profesor Alex Edmans.
Finalmente, vale la pena mencionar el concepto de empresa social (del inglés, “social enterprise”) que se desarrolló años atrás. Recientemente se ha retomado como una propuesta de un nuevo modelo de negocios. Por definición, la empresa social (también llamada negocio social) es aquella que maximiza sus ganancias, pero también maximizando beneficios a la sociedad y ambiente. Aun cuando hay variaciones de este concepto, en este caso no están incluidas las organizaciones no-gubernamentales, de caridad, cooperativas, etc. Se refieren únicamente a organizaciones con fines de lucro que producen beneficios financieros y sociales tangibles. En un célebre artículo de Deloitte se presenta el video de Ken Fraser, el CEO de Merck, el cual da una clase magistral del concepto.
“Una comunidad necesita empresas exitosas que ofrezcan empleos y oportunidades de creación de riqueza para sus ciudadanos” nos dicen Porter y Kramer. En un mundo cambiante en donde las actividades extractivas, especialmente la minería, cumplen un rol líder para combatir los retos colosales del cambio climático, ES2G, valor compartido y la empresa social son conceptos de gran valor para lograr la tan ansiada ventaja competitiva que incluye el incremento de los objetivos sociales al servicio del bien común.