El Valle Sagrado de los Incas, ubicado en la región Cusco, enfrenta nuevamente una de sus peores amenazas ambientales: un incendio forestal que viene consumiendo cientos de hectáreas de flora y fauna en las provincias de Calca y Urubamba, sin que hasta el momento exista una respuesta contundente de las autoridades competentes. La emergencia ha generado indignación entre los pobladores, quienes denuncian abandono e indiferencia frente a un desastre que pone en riesgo la biodiversidad, viviendas y terrenos de cultivo.
Según reportes locales, el siniestro inició en zonas cercanas a los centros poblados de Aringuara y Arín, extendiéndose hacia áreas de Huaran y Uichu. Las llamas, que se mantienen activas por varios días, avanzan rápidamente debido a los fuertes vientos y la sequedad de la vegetación. El Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) reconoció que el trabajo de brigadistas y comuneros es limitado durante las noches, dado que resulta altamente riesgoso operar en la oscuridad en zonas montañosas.
La magnitud del incendio amenaza con extenderse hacia la comunidad de Unuraki e incluso alcanzar la ciudad de Calca, lo que pondría en riesgo directo a familias y propiedades. Los pobladores, armados solo con herramientas básicas como palas y ramas, han salido al amanecer para intentar detener el avance de las llamas en zonas como el sector Huycho, en el distrito de Huayllabamba, donde desde la madrugada del 29 de septiembre el fuego atemoriza a la población.
Este desastre vuelve a poner sobre la mesa la falta de políticas efectivas de prevención de incendios forestales en el Perú. A pesar de la recurrencia de estos episodios en regiones de alta riqueza natural como el Cusco, hasta ahora no se ha implementado un sistema integral que permita identificar responsables, aplicar sanciones y reducir la vulnerabilidad de los ecosistemas. La ausencia de protocolos de vigilancia, brigadas permanentes y campañas de educación ambiental agrava un escenario que año tras año se repite con consecuencias devastadoras.
El Valle Sagrado, reconocido a nivel mundial por su riqueza histórica, cultural y natural, hoy enfrenta un grave riesgo ambiental. Mientras las llamas avanzan, la indignación ciudadana crece y se refuerza la exigencia de que el Estado asuma con responsabilidad la protección de un patrimonio que no solo pertenece al Perú, sino a la humanidad entera.
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