La espiral empezó con el sismo del 11 de marzo de 2011 y el accidente nuclear de Fukushima, pero ahora parece crónica, lo que complica la tarea del primer ministro conservador Shinzo Abe que lanzó a finales de 2012 una ambiciosa política de reactivación bautizada “Abenomics”.
En los primeros seis meses del año, las cuentas comerciales arrojaron un saldo negativo de 7,5 billones de yenes (unos 73.800 millones de dólares), un alza del 58% respecto al primer semestre de 2013.
Se trata de un nivel récord desde el inicio de esta serie estadística en su forma actual, en 1979.
Solamente en junio el déficit se cuadruplicó ampliamente, hasta los 822.000 millones de yenes (8.000 millones de dólares), según estadísticas del ministerio de Finanzas.
Con la excepción de Norteamérica, Japón aparece como el claro perdedor en su comercio exterior, en particular con China y la Unión Europea.
Japón estaba acostumbrado a excedentes de forma regular, y no conoció prácticamente ningún déficit entre 1981 y 2010, a pesar de sus ciclos económicos.
Sus poderosos sectores industriales como la electrónica o el automóvil se veían además favorecidos por el celo proteccionista.
Pero ahora hay que remontarse a junio de 2012 para hallar un excedente comercial, y además de tan solo 56.000 millones de yenes.
Tras el sismo y el tsunami de Tohoku (noreste) y el desastre nuclear que provocó, el archipiélago tuvo que importar muchos más hidrocarburos para que sus centrales térmicas siguieran funcionando y compensar así la interrupción de sus reactores nucleares.
Abe por su parte quiere vencer a la persistente deflación, y alentó para ello al banco central para que flexibilice su política monetaria. La consecuencia es que el yen ha perdido mucho vigor, más allá de todas las expectativas (una depreciación del 21% respecto al dólar y del 26% ante el euro en 2013), lo que provocó el aumento automático de las compras al exterior.
Ese ciclo pernicioso volvió a producirse en el primer semestre: si bien el volumen de importaciones progresó solamente un 3,6% en un año, su valor aumentó un 10%. La factura energética fue importante: un 11,6% más en el caso del gas natural licuado y un 5,1% más en el caso del petróleo.
Lo más preocupante para el gobierno es que la caída del yen no ha tenido efecto en las exportaciones: entre enero y junio, solo aumentaron un 3,2% en ingresos, e incluso cayeron un 0,2% en volumen.
La competencia de los vecinos asiáticos crece imparablemente, y las empresas niponas ya externalizaron hace tiempo parte de su producción en la región, y además para abastecer al propio mercado japonés.