Por Juan Carlos Ortiz, vicepresidente del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú.
El impacto de la minería en las regiones del Perú ha sido motivo de debate durante años, pero hoy es innegable que proyectos bien gestionados pueden generar un cambio significativo en las comunidades. Un ejemplo claro es el caso de Apurímac, que ha dejado de ser una de las regiones más pobres del país gracias a la llegada de Las Bambas y otros proyectos mineros. Según el Instituto Peruano de Economía (IPE), la región ha experimentado una transformación radical en la última década, pasando de ocupar el primer lugar en pobreza en 2012 a posicionarse en el puesto 16 en 2023.
Este cambio no se ha dado de forma espontánea, sino como resultado de una combinación de inversión privada y políticas públicas que han permitido que los beneficios del desarrollo minero se extiendan a las comunidades locales. Las Bambas, uno de los proyectos mineros más grandes del país, ha sido un catalizador de crecimiento económico y de inclusión social. La reducción de la pobreza en Apurímac es significativa: se ha reducido a más de la mitad. Mientras que la región del sur ha logrado sacar a miles de personas de la pobreza, Cajamarca solo ha reducido la pobreza en un 10% durante el mismo periodo.
Este éxito debe verse como un modelo a seguir para el resto del país. Apurímac cuenta actualmente con ocho proyectos mineros adicionales, lo que abre la puerta a un futuro aún más prometedor. El reto, por supuesto, es que estos proyectos continúen desarrollándose con un enfoque en el desarrollo sostenible, respetando tanto el medio ambiente como las comunidades locales. Desde el Instituto de Ingenieros de Minas del Perú (IIMP), creemos firmemente que el desarrollo minero debe ser sinónimo de progreso y bienestar, y nos muestra que esto es posible cuando todos los actores trabajan de manera coordinada.
En otro lado del espectro, encontramos desafíos importantes en la remediación de pasivos ambientales. Homar Lozano, gerente general de CIEMAM y director del IIMP, advierte que la transformación de estos pasivos en activos sostenibles aún es un objetivo lejano. Aunque existen iniciativas en curso para convertir antiguas áreas afectadas por la minería en recursos aprovechables, las condiciones actuales en el país no son las más favorables. El aprendizaje de experiencias internacionales será clave para poder avanzar en esta dirección, y es fundamental que no solo nos enfoquemos en las dificultades, sino también en las oportunidades que existen para mejorar la gestión ambiental en el sector minero.
Finalmente, debemos abordar una preocupación crítica en la preservación de nuestro patrimonio cultural. El Ministerio de Cultura ha señalado que la reserva arqueológica de Nazca es una de las áreas más afectadas por la minería ilegal. A pesar de contar con una normativa diseñada para proteger estos tesoros culturales, las actividades ilegales siguen causando graves daños a una de las herencias más valiosas de nuestro país. Desde el IIMP, reiteramos nuestro compromiso de trabajar junto a las autoridades y otros actores para frenar esta actividad destructiva y proteger el legado cultural del Perú.