Quien visita el Perú, tras unos años de ausencia, suele quedar gratamente sorprendido del cambio experimentado; hemos mejorado y ello se refleja en la estabilidad económica alcanzada, en el crecimiento de nuestra economía y en el optimismo de nuestros ciudadanos, no obstante que aún hay que resolver otros problemas.
Por: Guillermo Vidalón del Pino*
Más el cambio de actitud también se refleja en nuestras ciudades, en la transformación y expansión de las mismas -“hay cuellos de botella” en el plano urbanístico, sí, el tráfico es una muestra de ello-. Sin embargo, también tenemos ejemplos destacados como el remodelado aeropuerto Jorge Chávez, allí se conjuga el buen servicio, a pesar de la creciente demanda de pasajeros y la necesidad de iniciar la construcción de una nueva pista de aterrizaje y servicios conexos.
Lima y todas ciudades del país parecen crecer a ritmos mucho más acelerados de lo que las administraciones municipales son capaces de procesar ni los servicios básicos de atender, al menos los que aún permanecen bajo la esfera de la gestión pública y requieren significativos montos de inversión, como es asegurar la provisión de agua, así como su calidad, en las urbes durante las veinticuatro horas del día.
Entre estos tropiezos, la construcción sigue avanzando, se diversifica, moderniza y ofrece nuevos esquemas de vivienda y complejos habitacionales todo “inside”. Esto obedece a una respuesta creativa a la inseguridad y una manera de maximizar el empleo de nuestro tiempo libre.
En la actualidad, es común que los conglomerados de viviendas contemplen áreas verdes internas, con áreas para juegos infantiles, gimnasio, áreas recreativas, etc.
Estas no solo se ubican en los primeros niveles, sino que también utilizan las azoteas y, proporcionan una vista atractiva de la misma ciudad desde lo alto de los edificios.
Las ciudades están cambiando porque no se dispone de terrenos eriazos o se ha omitido habilitar otras áreas para convertirlas en urbanas. En la actualidad, lo que está sucediendo es que en el mismo espacio que antes ocupaba una familia, se construyen proyectos inmobiliarios de gran altura, en inmuebles cuyos precios siguen y seguirán en aumento. Como consecuencia de ello, los servicios que requieran de espacios más amplios, como son los centros de esparcimiento, los colegios, los institutos y las universidades, tendrán que hacer una inversión mayor si desean establecerse en las zonas centro de las ciudades.
Los promotores de instituciones educativas, básicas para la formación de los ciudadanos, también están sujetos a la oferta y demanda de las áreas que ocupan –y más de una oferta ya ha sido cursada-. Si bien es cierto que no se puede restringir la legítima y eventual disposición de dichos predios, lo cierto es que las autoridades municipales tienen que, conjuntamente con la autorización de construcción para nuevas viviendas, evaluar cuál será el estimado de personas que van a vivir en un área determinada y calcular cuántos otros servicios potenciales deberá ofrecerse en cada localidad.
Dejar de lado este análisis podría llegar a congestionar aún más las ciudades por los traslados que demanden sus habitantes –con calles ya de por sí bastante saturadas. Y, en el caso del tránsito vehicular, al menos en Lima, en algunas horas parece haber colapsado para acceda a los servicios de educación, salud, entretenimiento y abastecimiento de servicios múltiples y a sus respectivos centros de trabajo, si estos terminan ubicándose cada vez más distantes de sus casas–habitación.
La construcción y el mercado inmobiliario están muy dinámicos, generando miles de puestos de trabajo, pero el ordenamiento tiene que establecerse con rigurosidad. Quien compra un inmueble debe tener la garantía de que la zonificación urbana va a variar, pero en un plazo determinado. De esta manera, el vecino podrá optar con certeza entre un área de baja, media o alta densidad según sus propios intereses.
La Cámara Peruana de la Construcción ha informado que en el 2012 se vendieron 21,990 viviendas, lo que indica que solo ese año más de 100 mil peruanos accedieron a una vivienda digna cuyo precio promedio de la unidad inmobiliaria ascendió a cerca de US$50 mil. El conjunto de esta inversión está próximo a los $1,100 millones de dólares.
Si dicha cifra, en gran medida, está transformado y modernizando nuestras ciudades, ¿podemos imaginar el impacto positivo de una inversión de más de US$ 53 mil millones de dólares en el desarrollo de la economía nacional? Esta última cifra es la que el sector minero está dispuesto a invertir en la puesta en operación de nuevos yacimientos en los próximos diez años. El año 2012, la inversión minera ascendió a US$ 8,549 millones de dólares y, de este monto, $1,796 millones de dólares fueron destinados a infraestructura, donde se registra el rubro de construcción.