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Si tuviera que adivinar, ¿qué diría que contribuye más a las emisiones de carbono, el transporte aéreo o la producción de acero? Si ha adivinado el invento de los hermanos Wright en lugar del de Henry Bessemer, se equivoca.

La producción de acero representa entre el 7% y el 10% del total de las emisiones de carbono, el doble de lo que supone el transporte aéreo. Las principales empresas están experimentando con nuevas técnicas para reducir estas emisiones, pero no es fácil. De hecho, esto demuestra por qué es tan difícil doblar la curva del carbono. La descarbonización de la producción de acero requiere una combinación de nuevas tecnologías, cambios normativos y de precios e innovación empresarial, por lo que es un microcosmos del desafío más amplio al que se enfrentan los gobiernos y las empresas cuando tratan de avanzar en la protección del clima.

El acero es una pieza fundamental de la economía moderna porque es fuerte, versátil y duradero. Sin embargo, el proceso de fabricación implica emisiones de carbono en múltiples etapas. La más importante es el proceso de reducción, en el que se extrae el oxígeno del mineral de hierro natural para formar un arrabio purificado, que luego se combina con otros elementos para fabricar el acero. El oxígeno se extrae del mineral mezclándolo con coque, una forma de carbón, y la reacción química emite dióxido de carbono. La mezcla también debe producirse a temperaturas muy elevadas, por lo que requiere una energía considerable, que suele implicar más emisiones de carbono.

Existen métodos alternativos para fabricar acero -el llamado acero verde-, pero son más caros. Como escribe Bill Gates en su nuevo libro sobre el clima: “¿Por qué lo hacemos así? Porque es barato, y hasta que empezamos a preocuparnos por el cambio climático, no teníamos ningún incentivo para hacerlo de otra manera”. Gates calcula que el coste adicional de fabricar acero ecológico oscila entre el 16% y el 29%, un recargo material pero no astronómico.

La cuestión es, por tanto, la rapidez con la que la cuota de mercado del acero ecológico puede crecer con el tiempo. Es mucho lo que está en juego, tanto para las empresas como para el planeta. La Agencia Internacional de la Energía prevé que, de aquí a 2050, la demanda mundial de acero aumentará en un tercio. Sin embargo, McKinsey calcula que las empresas siderúrgicas mundiales perderán un 14% de su valor, por término medio, si no son capaces de reducir su impacto ambiental. La consultora concluye que “la descarbonización debe ser una prioridad absoluta para seguir siendo económicamente competitivos y conservar la licencia de la industria para operar”.

Fuente: Bloomberg