Esto suena bien en teoría, pero en la práctica las cosas no son tan sencillas. ¿Cuántos de nosotros -que trabajamos en el sector minero- recibimos de nuestros vecinos solicitudes de apoyo que van desde contribuciones para la celebración de las fiestas patronales hasta ayuda de emergencia y donaciones de equipos para municipios de centros poblados?
Si nos ceñimos por lo que dice la ley y las prácticas de sostenibilidad, estos pedidos debieran desestimarse, porque no son para actividades sostenibles y con frecuencia la comunidad que pide está fuera del área de impacto, como viene definida en el EIA. Sin embargo, hay otros factores para considerar.
Por ejemplo, aunque el canon minero llega a los municipios provinciales y distritales, los centros poblados dependen de la voluntad de los anteriores para acceder a estos recursos. También sabemos que si adoptamos la posición que estas tareas son dominio exclusivo del Estado, el problema no se resuelve. Hay que ser realistas: vivimos en un país donde el Estado no cumple con sus deberes, ni lo ha hecho durante nuestra vida republicana. No lo hace ya sea por falta de disposición o disponibilidad, o por ambas cosas.
Por tal motivo, no debe sorprendernos sus quejas al respecto y tampoco extrañarnos que subsistan altos niveles de pobreza en regiones donde la minería hace años aporta recursos financieros a modo de impuestos y regalías.
También tenemos que estar conscientes que hay aportes que se espera hagamos por ser vecinos, como los pedidos antes mencionados.
Filantropía con vecinos
Al considerar a las empresas mineras entre los actores económicos más importantes de la zona, los actos de filantropía son percibidos como propios de buenos vecinos.
Un huayco en la zona o el techo de una escuela local que cae generan pedidos que tampoco corresponden destinar para el desarrollo sostenible “químicamente puro” pero responden a necesidades urgentes e importantes.
Ahora bien, no se trata de ser cómplices a estos incumplimientos del Estado, pero necesitamos una solución intermedia.
Esto requiere buscar equilibrar expectativas y capacidades. Un desastre que afecte a nuestros vecinos exige solidaridad de la empresa, eso sí, sin asumir la responsabilidad plena por labores de rescate, auxilio y reconstrucción.
Uno siempre puede hacer aportes como préstamos de maquinarias; y donación de ropa y víveres. Evidentemente, el Estado debe ser el protagonista, pero la empresa tiene un rol complementario.
Determinar cuántos recursos se destinarán para estas circunstancias es a criterio de cada empresa y según la disponibilidad del presupuesto, pero es importante tener la provisión. No son actos exigidos por la ley sino por nuestra consciencia.
(*) Asesor en Sostenibilidad y Relacionamiento con Actores Sociales y Miembro del Consejo Editorial de ProActivo.