Por: Carla Buendia, Gerente de Responsabilidad Social de IBM en Países Andinos
En 2013, la Asamblea General de la ONU proclamó el 3 de marzo como el Día Mundial de la Vida Silvestre para concientizar acerca del valor de la fauna y flora salvaje, y especialmente para reflexionar sobre las especies en peligro de extinción; sin embargo, la amenaza sigue latente: 1,000,000 de especies animales y vegetales están en peligro de extinción y los ecosistemas naturales se han reducido en promedio en un 47%.
Este 2020 debe ser un año decisivo para establecer la agenda de acción para la próxima década, y la tecnología tendrá un rol fundamental en este tema.
Por ejemplo, en Sudáfrica el Internet de las Cosas aparece como una salvación para preservar a los rinocerontes. Ese país alberga casi el 70% de los rinocerontes que quedan en el planeta, y cada día, tres son asesinados. Así que, MTN -proveedor africano de telecomunicaciones-, la Universidad de Wageningen y Prodapt, de la mano de IBM, desarrollaron una solución con sensores personalizados que transmiten datos sobre el comportamiento de los animales a la plataforma IoT, prediciendo amenazas y combatiendo la caza furtiva de rinocerontes.
Sin irnos tan lejos, en Argentina se creó Alquid, una app con Inteligencia Artificial -IA- que predice dónde y cuándo aparecerán los “algal bloom”, una problemática a nivel global que afecta a la vida marina. Para usar la app no es necesario tener grandes conocimientos: al tomar una foto, cada persona estará aportando datos a la IA que posee el sistema. Esos datos se unen a otras fuentes de información de la NASA y del Servicio Meteorológico.
Por su lado, el Blockchain está revolucionando la agricultura mediante la trazabilidad de los productos ya es un hecho en países como Colombia y Brasil, permitiendo ayudar a la crisis de deforestación, rastreando el camino de madera y la ruta de los alimentos.
La tecnología está apalancando grandes proyectos mundiales y representa una esperanza para las profundas cicatrices que tiene la Tierra, está en nosotros utilizar la tecnología para “el bien”, basada en valores y principios éticos que nos ayuden, en primera y última instancia a preservar el mundo en que vivimos.