Por Ing. Milagros Aguilar, Gerente de People and Culture de Orygen
La ingeniería continúa siendo una de las profesiones con menor participación femenina en el país. Según UNESCO, solo entre el 26% y 35% de los graduados universitarios en disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) son mujeres, y en ramas como ingeniería, fabricación y construcción, la cifra es aún más baja. En Perú, a pesar de una alta matrícula femenina en educación superior, su presencia en carreras de ingeniería sigue siendo limitada. Esta brecha se refleja con claridad en sectores como el energético, donde el conocimiento técnico es fundamental para impulsar la transición hacia un desarrollo más sostenible. En la región, la participación femenina en energías renovables apenas alcanza el 32 %, según IRENA, y cae aún más en puestos de liderazgo.
Entre los desafíos más urgentes está la persistencia de estereotipos desde la etapa escolar, que desalientan a muchas jóvenes a seguir carreras técnicas. A ello se suma la falta de referentes femeninos, condiciones laborales poco flexibles y una brecha salarial persistente. Según UNESCO, el salario promedio de las mujeres en áreas STEM no supera el 88 % del de sus pares hombres. Estas condiciones limitan no solo el ingreso de mujeres a estos sectores, sino también su permanencia y desarrollo.
Frente a este panorama, es urgente que las organizaciones del sector asuman un rol activo en el cambio. Desde mi experiencia, eliminar sesgos en los procesos de selección y evaluación, impulsar políticas de conciliación que respondan a distintas necesidades y garantizar igualdad de oportunidades son pasos clave para atraer y retener talento femenino. Esto implica, por ejemplo, ofrecer esquemas de trabajo flexibles que reconozcan responsabilidades familiares, sin que ello sea percibido como una desventaja profesional.
Además, es fundamental fortalecer redes de mentoría y aprendizaje entre mujeres, que son espacios que generan confianza, liderazgo y sentido de comunidad. He visto cómo muchas ingenieras, al compartir experiencias con otras, ganan herramientas y seguridad para crecer en entornos tradicionalmente masculinizados. Empoderar no significa que deban adaptarse a moldes preestablecidos, sino darles condiciones reales para transformarlos.
La presencia femenina en ingeniería no puede seguir siendo la excepción. Si queremos un sector energético más innovador, diverso y preparado para los desafíos del futuro, debemos abrir el camino para que más mujeres elijan esta carrera, permanezcan y lideren desde lo técnico. No se trata de sumar por cumplir, sino de construir equipos donde el talento no distinga género y la innovación se fomente desde la diferencia.