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Por Mónica Belling

Durante el gobierno anterior era común oír en los pasillos cómo el Ejecutivo trabajaba de tal manera que estaba en control automático, al menos en lo que se refiere al rubro minero energético. Era lo mejor, comentaban algunos al respecto, pues debido a que le daba poco valor a dicho sector como motor de la economía, sus actos podían hacerle cometer graves errores de impacto nacional… Era preferible, para algunos líderes gremiales aquella inacción, para que de manera espontánea la rueda siga su funcionamiento, sin mayor reflexión.

En el rubro donde mayor número de ingenieros existe, sus instituciones cuentan en sus directivas a muchos renombrados ingenieros, la lógica parece ser gobernada por lo técnico… pero no es suficiente.

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Hoy se argumenta de lo “chavista” que pudo ser el gobierno anterior y lo desastroso que pudo haber sido, pero la razón de su actuar limitado estuvo entre el desconocimiento y el temor a perder esa capacidad económica. En ese oscuro camino anduvo y así terminó su gestión.

Como resultado, cuando el país pudo haber aprovechado para prepararse para los precios, que como las mareas siempre suben y bajan, viajó por un periodo de cinco años sin dirección y según las circunstancias, prácticamente al garete.

En la actualidad, varias instituciones privadas del sector parecen haber caído también en ese síndrome del control automático, dejando en manos de sus representantes o de terceros, el liderazgo del que son responsables y el cual pueden ejercer con toda la competencia que tienen. De seguir así, pueden surgir nuevos liderazgos de entidades paralelas o externas, muy actuantes, y quizá de dudosas competencias o intenciones, con consecuencias imprevistas, y con el riesgo de perder el rumbo en el ámbito minero energético, y lo que representa para nuestro hermoso país.