COMENTA ALFREDO REMY, DIRECTOR DE PWC, LÍDER DEL ÁREA MINERA
En los últimos 10 años hemos experimentado un “superciclo” en el sector minero. Durante los últimos 12 meses, el sector ha sido impactado por la caída de los precios y por el aumento de los costos de producción. Además, se han desplomado los precios de las acciones mineras, impulsado, en parte por los altos costos de producción.
El mercado y los inversionistas han perdido la confianza en la minería. Confianza en que los costos puedan ser controlados, que haya disciplina en el manejo de capital, que los nuevos CEO pueden cumplir sus promesas, que el retorno sobre el capital invertido mejore, que el nivel de endeudamiento y compromisos sea manejable, que la tendencia hacia el nacionalismo de los recursos no abrume a la industria, y que los precios de los metales no caigan más. El reporte de PwC “Minería, una crisis de confianza” (Mine, a confidence crisis) indica que la recuperación de la confianza dependerá de cómo la industria minera responda a estos retos.
Del 2010 al 2013, los márgenes operativos se han reducido significativamente, y es que al final del día el precio de los minerales es importante, pero los márgenes lo son aún más. Los mineros deben enfrentar altos costos de operación, incluyendo los costos de energía, repuestos y mantenimiento, insumos para operar, y materiales para construcciones y ampliaciones. Asimismo, el costo laboral ha aumentado sustancialmente, principalmente por la demanda de recursos para nuevos proyectos y operaciones en proceso de expansión También aumentaron las demandas y exigencias de las comunidades, además de aportes voluntarios que representan una carga importante para las mineras.
El objetivo de toda empresa es la creación continua de valor, principalmente para sus accionistas. La pregunta es, ¿cómo cumplo con la producción presupuestada y al mismo tiempo reduzco los costos de operación? En otras palabras, ¿cómo se produce más con menos? La clave es desbloquear la capacidad del capital invertido y llevar a la operación a un nivel óptimo, eficiente, donde cada actividad del proceso añada valor al negocio. Las actividades que no lo hagan pueden significar hasta el 90% de las tareas en un proceso; muchas minas operan con un nivel de uso menor al 50%. Hoy, el enfoque de productividad no es invertir más, sino obtener más de lo ya invertido.
Es fundamental medir el rendimiento de los activos, y tener claro cómo cada actividad contribuye a mejorar ese rendimiento. Para esto es necesario mirar de cerca los procesos y construir sobre una base sólida. Los procesos se deben definir y estandarizar, identificar a los dueños y actores de cada actividad, definir sus roles, identificar los indicadores que nos ayudarán a monitorear el desempeño de cada proceso; y lo que es fundamental, estos indicadores deben ser parte de los compromisos personales.
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