El Perú del futuro vuelve al pasado: ¿absorber o disolver?
El Perú del futuro debe volver al pasado, parece ser el planteamiento de Gestión cuando el último 26 de marzo, y bajo el título Ministerios sin rumbo, plantea en su editorial que PCM y Educación absorban las funciones del Ministerio de Cultura; que Mujer y Poblaciones Vulnerables sea un Viceministerio del Midis y que los asuntos ambientales sean encargados al Ministerio de Agricultura y Riego.
¿Es esa la estructura institucional que queremos? ¿Es la desaparición de esos tres ministerios la que nos hará un país más próspero, inclusivo y equitativo? Analicémoslo desde la perspectiva ambiental, desde la experiencia del pasado, los retos del presente y las tendencias del futuro para que el lector saque sus propias conclusiones.
El Perú del pasado no tenía regulaciones ambientales, no contaba con una estructura institucional capaz de definir las reglas que permitiesen controlar las consecuencias ambientales de las actividades humanas, evitándolas y minimizándolas. El Perú del pasado no tenía entidades que monitoreasen el comportamiento ambiental, por lo que el ciudadano del Perú del pasado no tenía a quién recurrir. El Perú del pasado nos dejó los 8206 pasivos ambientales mineros que hoy nos cuesta tanto revertir. El Perú del pasado nos dejó una contaminación del aire agravada por la importación sin control de vehículos usados y con el diésel más sucio del mundo. El Perú del pasado nos dejó cuencas contaminadas y nos llevó a ser, hasta hoy en día, el país con el porcentaje más bajo de tratamiento adecuado de residuos sólidos y aguas residuales.
Este Perú del pasado se resistió históricamente a dejar de serlo. Hizo todo lo posible por que el Perú del presente no tuviese políticas ambientales ni regulaciones. Quiso que la autoridad ambiental fuera débil y que por ello no altere el statu quo. Se manifestó con los mismos argumentos con el que algunos nostálgicos lo siguen haciendo contra el Código del Medio Ambiente y contra cualquier nueva disposición ambiental. Así pasamos al presente, con retos crecientes pero con peruanos que vinieron de ese pasado y se quedaron en él.
El Perú del presente lo podemos ver desde dos perspectivas. La primera, la de aquellos que consideran que la creación del Ministerio del Ambiente fue un error y que el sector Ambiente sobrerregula y dificulta la inversión. Sin duda, una falacia. Las normas ambientales se originan en los sectores y la revisión de los Estudios de Impacto Ambiental, y los eventuales retrasos están, hasta el día de hoy, en sus manos. En esa misma perspectiva, resulta insólito quienes sostienen que el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental constituye un obstáculo, cuando esta institución hace lo que antes hacía Osinergmin y percibe el aporte por regulación que este siempre percibió. Sucede lo mismo cuando se le atribuye responsabilidad al sector Ambiente por las denominadas “fuerza mayor” del sector petrolero cuando, en su gran mayoría, estas se deben a razones sociales.
La perspectiva realista muestra en cambio a un Ministerio del Ambiente abierto al diálogo; promotor de la inversión responsable; capaz de reconocer la potencialidad del país y de corregir lo que se hizo mal y fortalecer lo que se viene haciendo bien. Un Ministerio que viene trabajando en la construcción de más de treinta rellenos sanitarios en todo el país; que impulsa la disposición adecuada de residuos electrónicos y de la construcción; que impulsa acciones para la mejora de la calidad del aire; que lucha decididamente contra la minería ilegal; que impulsa el aprovechamiento de los servicios ecosistémicos del bosque y de la cuenca; que comunica y construye ciudadanía ambiental.
Es desde este presente que el sector Ambiente construye el futuro. Uno en donde el debate es de desarrollo. Desde los Objetivos de Desarrollo Sostenible; pasando por el debate del “crecimiento verde”; hasta el debate climático que nos conduce a nuevas estrategias para la adaptación y atención preventiva de los más vulnerables. Es ese Perú del futuro en donde el concepto y el prejuicio por el “ambientalismo” dejaron de existir y se reconoció la importancia de la gestión ambiental para ser jugadores en un mundo global, sostenible y responsable.
No puedo terminar sin agradecer a Gestión por la publicación de este artículo. Perfila a un medio de comunicación responsable que sabe que la discrepancia es válida y que el diálogo y el debate alturado son la única manera de generar propuestas que beneficien a todos.
El problema no es que se quiera obviar la legislación ambiental, mas bien, es la demora en la aprobación de los instrumentos ambientales (IA), y uno de frentes de trabajo para reducirla, es que el país disponga de una línea base social y ambiental (LBSA), de forma que el inversionista no se vea obligado a gastar tiempo y dinero en obtenerla, cada vez que tenga que llevar adelante un proyecto.
La legislación ambiental establece que hay un Sistema Nacional de Información Ambiental (SNIA), el cual debiera en primera instancia, estar conformado por las LBSA de todo el país; sin embargo, no existe y no se hace nada al respecto.
Para ello, en primera instancia, debe establecerse la metadata que comformará la LBSA, por cada uno de los conceptos que la integran: agua, aire, flora, fauna, etc., así como los protocolos a considerar para la incorporación o actualización de dicha infomación; luego hay que definir que sector en el Estado es el responsable de ingresar cada información, proveerlos de recursos de manera gradual, establecer un plazo mediante el cual el SNIA se conforme con la LBSA que genera cada inversionista, luego del cual, cada entidad responsable se encargará de ingresar lainformación.